4 consejos para salir del «modo supervivencia»

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Modo supervivencia en la actualidad

Hoy en día no tenemos que huir de depredadores naturales ni tenemos unas amenazas externas muy destacadas, por lo que vivir en modo supervivencia debería haber desaparecido. Sin embargo, las amenazas ahora son otras así como aquello que nos hace sobrevivir más que vivir. Cuando sentimos una amenaza por la calle y echamos a correr o caminamos más deprisa, se nos activa el sistema nervioso simpático (SNS). En este caso, el SNS se encarga de activarnos. Del mismo modo, cuando tenemos demasiadas obligaciones también estamos activados.

Vamos del trabajo a la compra, de la compra al banco. Llegamos a casa y vemos nuestros pagos mensuales. Nos damos cuenta que tenemos varios pagos pendientes y debemos ingresarlos. Vamos de un reto al siguiente, esto es, nos pasamos luchando la mayor parte del tiempo contra diferentes tareas. ¿Por qué esperamos con tantas ganas el fin de semana? ¿A caso no sabemos disfrutar de nuestros ratos libres entre semana? Quizá estemos llenos de obligaciones o quizá nos sintamos culpables cuando estamos sin hacer nada y nos lancemos de cabeza quehaceres.

Nos hemos acostumbrado a esta modo de supervivencia que ni siquiera nos lo planteamos. ¿Qué hay de dedicarnos tiempo a nosotros? Algunos incluso lo ven como un síntoma de pereza, de pérdida de tiempo y de ser una persona poco motivada. Al contrario de lo que ocurre con aquellos que buscan más y más obligaciones que, de algún modo, se les observa como personas admirables. Pero no es oro todo lo que reluce y el modo supervivencia pasa factura. Podemos presentar altos niveles de estrés que desembocan en problemas de memoria, de atención, insomnio, etc. También podemos presentar insatisfacción vital.

Cómo salir del modo supervivencia

1. Tiempo para nosotros

Vivimos tan enfocados hacia lo externo que si nos preguntamos ¿quién soy yo?, posiblemente tengamos que pensar un rato la respuesta. A diferencia de ciertas culturas orientales que no solo se enfocan hacia fuera sino que también dedican parte de su tiempo al autoconocimiento, en la cultura occidental básicamente vivimos atendiendo obligaciones, tareas y estímulos externos. De este modo, no es extraño que un día nos preguntamos, ¿qué quiero en la vida? ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿por qué llevo una vida que se aleja tanto a lo que me gusta? La respuesta a estas preguntas posiblemente sea una incógnita para nosotros.

De este modo, pasa el tiempo y vivimos en piloto automático. Por ello, será necesario parar y dedicar un rato del día a conectar con nosotros. Aunque nos inventemos mil excusas, todos tenemos 15 minutos libres al día para sentarnos, por ejemplo, a meditar. La meditación es una de las mejores formas de empezar a conocernos y de conectar con nosotros. ¿Qué hay en nuestra mente? ¿Qué se esconde detrás de nuestros pensamientos caóticos? ¿Tenemos el valor suficiente para indagar en nuestro interior? ¿Alguna vez nos hemos planteado por qué nos cuesta tanto estar 15 minutos sentados en el sillón disfrutando de un té sin ver la tele ni el móvil?

Tendemos a entretenernos con facilidad y eso es un síntoma de intolerancia a estar con nosotros mismos. Vivimos tan sobre-estimulados que no toleramos un minuto en silencio y cuando no existen estímulos externos para distraernos nuestra mente empieza a buscar conflictos internos. Por ello es tan necesario dedicarnos un tiempo de calidad en el que conectemos con nuestro interior y podamos dejar que afloren conflictos no resueltos. De este modo, no solo pasaremos tiempo con nosotros, sino que nos ayudará en nuestro desarrollo emocional y nos sentiremos más plenos.

2. Aprender a simplificar nuestra vida

De primeras, simplificar nuestra vida puede sonar a que sea menos rica, pero nada más lejos de la realidad. Simplificar es sinónimo de destacar lo importante y desechar lo superfluo. ¿Por qué hemos relacionado estar tan ocupado como algo ejemplar? Como decíamos en el punto anterior, ¿cuánto tiempo aguantamos sentados sin hacer nada? Al poco rato estamos pensando en hacer algo. La sensación de pérdida de tiempo nos invade y nos sentimos ansiosos y esto nos puede llevar a hacer actividades que no nos enriquezcan.

Por ello, será necesario observar qué aspectos de nuestro día a día – incluido personas – ya no nos aportan y quedarnos con aquello que nos llene. Si invertimos tiempo y esfuerzo en actividades que ya no nos llenan, lo más seguro es que sintamos insatisfacción en lugar de bienestar. Y aquí entra en juego el típico ejemplo de la mochila. Imaginemos que subimos una montaña y llevamos una mochila con agua, bebida y utensilios varios. A medida que subimos estamos cada vez más y más cansados y lo único que podemos hacer es aligerar el peso.

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Aunque al principio todo el contenido de la mochila nos parecía necesario, seguro que en un punto de inflexión en el que necesitemos desprendernos de algo sabemos qué desechar. Al final nos quedaremos con lo básico y necesario para seguir adelante y nos daremos cuenta que lo demás eran agregados. ¿Acaso hemos empobrecido nuestra vida? No. Lo que hemos hecho ha sido quedarnos con lo esencia que nos ayuda a avanzar más fácilmente. Pues lo mismo ocurre con nuestro día a día. Sin darnos cuenta arrastramos actividades, tareas y personas que lo único que hacen es detener nuestra evolución personal.

3. Nuevos proyectos

Cuando llevamos mucho tiempo en el mismo camino y con el piloto automático es recomendable pasar al modo manual. El modo supervivencia se verá interrumpido por nuevos proyectos. Si algo excita al cerebro es el cambio, aunque a veces le cueste. Le gusta la tranquilidad y la monotonía, porque representa menos esfuerzo, pero los cambios le hacen ejercitarse y mantenerse joven y activo. Al introducir nuevos proyectos en nuestra vida que nos gusten, podemos romper con la supervivencia si realmente le dedicamos nuestra atención a estos nuevos retos.

Es importante señalar que no se trata se añadir más tareas a una vida ajetreada, sino de buscar algún proyecto que nos ilusione y que nos haga sentir bien: deporte, meditación, senderismo, aprender pintura, aprender un idioma… Un nuevo proyecto en el que fluyamos lo máximo posible, sin grandes exigencias o, al menos, sin crearnos unas férreas expectativas. Por ejemplo, si nos apuntamos a un nuevo idioma, el objetivo será disfrutar del aprendizaje más que exigirnos aprobar un examen tras otro. Sino, ya estaremos en modo supervivencia de nuevo.

4. Gratitud

La gratitud puede sonar algo místico, sin embargo, es una práctica psicológica fundamental para apreciar aquellos aspectos que pasamos por algo debido a nuestro caótico estilo de vida. Cuando estamos en modo supervivencia, no valoramos lo que tenemos en nuestro día a día: una casa en la que vivir, una cama en la que dormir, una ducha en la que limpiarnos, una nevera llena… Cuando practicamos la gratitud, al poco tiempo, nos sentimos más felices. Por ello, en este aspecto, podemos tener un pequeño diario en el que apuntemos 3 motivos diarios sobre los que nos sintamos agradecidos.

Álvaro Tala (2019) en su artículo científico «Gracias por todo: una revisión sobre la gratitud desde la neurobiología clínica» enumera los diferentes beneficios de la gratitud sobre la salud mental:

  • Mayores niveles de emociones positivas.
  • Mayor satisfacción vital.
  • Aumento de conductas prosociales.
  • Menores niveles de estrés en embarazadas.
  • Menor sintomatología depresiva.
  • Disminución de la angustia ante la muerte.
  • Disminución de las distorsiones cognitivas asociadas al peso y a la imagen corporal.
  • Reducción de la sintomatología asociada al estrés.
  • Disminución de sintomatología ansiosa.
  • Disminución de consumo de sustancia.
  • Disminución de suicidios.
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