Aprender a tolerar la incertidumbre

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La vida es incertidumbre

La historia está llena de ejemplos de cosas buenas y malas que no vemos venir. Creemos muchas veces que ciertas cosas a nosotros no nos van a pasar, que no tendremos un accidente conduciendo, que cuando nos enamoramos es para siempre, que no contraeremos cáncer… O al contrario, que todas las desgracias seguro que nos atacarán por ser nosotros y sucumbiremos ante ellas de un momento a otro, o que nuestros hijos serán de tal o cual manera… Pero a la hora de la verdad casi ninguna de nuestras expectativas se cumplen, ni a nivel individual ni a nivel social, todo esto es falso, incierto. Sólo son eso: expectativas y creencias. Hay pocas cosas en este mundo de las que podemos estar seguros, una es que todos acabaremos muertos algún día, otra es que el Sol saldrá cada mañana, y poco más.

Es precisamente la dificultad para aceptar lo incierto lo que conduce a utilizar la preocupación como una estrategia de control.

Ante una situación, nos imaginamos todas las posibles eventualidades, con el fin de obtener una respuesta adecuada para cada una. De alguna manera, mantener la mente ocupada alivia la inquietud del «no saber».

El no saber qué va a pasar y la inseguridad que esta sensación nos crea, nos impulsa hacia un intento desesperado de controlar el futuro y anticiparnos como sea hacia un sinfín de probabilidades. Parece que necesitamos controlarlo todo, y más si cabe, como por ejemplo, ante el desconocimiento y la espera de alguna noticia importante. El no saber es sinónimo de desamparo, y por tanto, de miedo ante lo desconocido. El descontrol que a algunos les provoca la incertidumbre es como si intentaran conducir un coche sin las manos al volante o como viajar sin mapa.

Muchas personas para sobrellevar mejor la incertidumbre echan mano de futurólogos y pitonisas de todo tipo, con más o menos fiabilidad, ya que les ofrecen una vía de escape mental, pues es mejor pensar que algo sucederá (o no sucederá) para estar prevenidos, aunque luego estos augurios no siempre se cumplan. De manera que estos “profesionales” ofrecen a gran número de mortales, de todas las clases sociales, ricos y pobres, listos y no tanto, cierto grado de paz mental que tanto anhelan.

Lo mismo ocurre con las teorías que últimamente han aparecido en las que se asegura que si deseamos algo con mucho fervor, se acabará haciendo realidad. Deseamos a toda costa tener el control de nuestras vidas, y si alguien nos dice que lo podemos tener, que además es tan fácil como pensar en algo y desearlo de verdad para alcanzarlo, ¿por qué no probarlo? Al fin y al cabo no perdemos nada en el intento. Pero ¿funciona? Yo al menos no lo sé. Podría decir que sí y estar equivocada, o podría decir que no y también estarlo… Por suerte o por desgracia los resultados son subjetivos, no demostrables y sujetos a infinidad de razonamientos aleatorios, tantos como nuestra imaginación sea capaz de ofrecer (si no consigues el éxito es que hay algo en tu subconsciente que lo bloquea, si tu perro es atropellado es porque la otra persona pensaba en que esto pasaría, si te curas de un cáncer es porque realmente lo deseabas y creías que eras una persona súper sana…), de manera que nos podemos justificar en todo momento y pensar que siempre tenemos la razón. Es así de fácil.

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Sin embargo, a pesar de proporcionar esta ilusión de control, sufrir por anticipado no varía la probabilidad real de que algo suceda.

Algunos de los comportamientos más evidentes de la falta de tolerancia a la incertidumbre son los siguientes:

  • Evadir: mucho se habla de evadir responsabilidades, pero principalmente se trata de evitar realizar ciertas actividades, como por ejemplo conducir, ya que le provoca mucha incertidumbre y ansiedad no saber con exactitud un camino o todo lo que pueda suceder en el trayecto mismo, por ejemplo. También se incluye aquí el hecho de evitar a ciertas personas, lugares y situaciones.
  • Revisar: se trata de revisar las cosas una y otra vez para asegurarse de que todo está siempre perfecto y no tiene errores. También incluye la necesidad constante de informarse de todo buscando certezas.
  • Buscar alivio y seguridad: hay personas que se pasan el día preguntando a familiares, amigos o incluso desconocidos, la misma cosa una y otra vez, pues les da sensación de seguridad. Es curioso también que son personas que cuando explican la situación sobre la que buscan opinión, lo hacen de manera que todos les ofrezcan la misma resolución que a ellos les gustaría oír. Son poco objetivos en sus explicaciones, pues buscan reafirmar sus verdaderos deseos, sean realistas o no.
  • Hacer listas: muchos hacen listas con el propósito de no olvidar nada, hasta sobre las cosas más triviales.
  • Preocuparse: síntoma clave en personas con intolerancia a la incertidumbre y, por tanto, con altos niveles de ansiedad, pues se pasan el día dando vueltas a las cosas sin llegar a un fin razonable.
  • Negarse a delegar: este tipo de personas sienten que es mejor si ellos mismos se encargan de todo, para así tener mayor control sobre las mismas.

Por desgracia, la comodidad de la certeza no puede ser una necesidad, porque el mundo está lleno de imprevistos incómodos. Por lo tanto, quien tiende a preocuparse suele tener una asignatura pendiente: aprender a tolerar mejor la incertidumbre.

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¿Qué puedo hacer para no preocuparme tanto?

Si tienes dificultades para tolerar la incertidumbre hacia el futuro y sientes mucha ansiedad, intenta reflexionar respondiendo a la siguiente pregunta: “¿En qué pienso y qué hago cuando necesito tener mayor certeza sobre el futuro?”, luego describe estas sensaciones, ideas o experiencias lo mejor que puedas, te ayudará a verlas desde fuera y a distanciarte un poco.

Recuerda que tus preocupaciones son sólo pensamientos, puedes intentar distraer tu mente para frenar tus rumiaciones con actividades alternativas, como leer una revista, ver una película, jugar con alguna de las múltiples aplicaciones que hoy en día nos ofrecen las nuevas tecnologías, en fin, la lista es muy larga. Hay que ponerse, eso es todo.

Piensa qué podrías decirte para sentirte más tranquilo y dejar de anticipar el futuro, seguro que es más razonable que tu autodiálogo anterior. Pregúntate también qué podrías decirte para estar más enfocado en el presente, escríbelo si es necesario. Cada vez que notes avances en tu bienestar interior, recompénsate por los logros conseguidos en este tema.

Desafía racionalmente con la lógica y el sentido común tus dificultades para tolerar la incertidumbre. Reflexiona y responde a las siguientes preguntas:

  • ¿Puedo estar absolutamente seguro sobre algo en mi vida?
  • ¿Cuáles son las ventajas que obtengo al evitar o negar la incertidumbre?
  • ¿Cuáles son las desventajas de necesitar a toda costa el control de lo que sucederá?
  • ¿De qué modo esto me provoca malestar emocional o ansiedad?
  • ¿Tiendo a pensar que sucederán cosas malas porque siento incertidumbre?
  • ¿Es razonable o lógico pensar así?
  • ¿Qué probabilidades hay de que suceda algo neutral o positivo en mi vida?
  • ¿Cuál es la probabilidad de que las cosas que estoy anticipando sucedan de verdad?
  • Si las probabilidades no son muy altas, ¿podría vivir con ellas?
  • ¿Hay algunos temas en mi vida en los que tengo un nivel de incertidumbre con el que puedo vivir tranquilo?
  • ¿Cómo enfrento esos temas?
  • ¿Podría hacer lo mismo en situaciones en las cuales siento mayor dificultad para tolerar la incertidumbre?

También puedes hablar con tus amigos y seres queridos y preguntarles cómo enfrentan ellos la sensación de impredictibilidad de sus vidas o las incertidumbres que les toca experimentar. ¿Podrías hacer lo mismo que hacen ellos en las situaciones que sean más desafiantes para ti?

Consejos

  • Acepta que la incertidumbre es parte de la vida. No intentes controlar ni estar seguro de todo, todo el tiempo, no puedes predecir el futuro, así que trata de dejarlo ir.
  • Si sientes que te abruma la angustia, trata de hacer ejercicios de visualización que te ayuden a aceptar las posibilidades. Imagínate qué pasaría si el desenlace es uno u otro, y luego ve más allá, si pasara el peor de los casos ¿qué harías? Y luego ¿podrías enfrentar eso? ¿De qué manera? Y en el supuesto (poco probable) de que no fuera así, ¿podrías poner en marcha un plan B, algo totalmente distinto para salir de eso que te molesta o dificulta avanzar? Seguro que si te esfuerzas en visualizar las posibilidades, encontrarás más de las que pensabas en un principio, aunque algunas ahora te parezcan incluso una locura, es cuestión de darle la vuelta a la tortilla.
  • Intenta cambiar alguno de tus comportamientos que te hacen sentir seguro, sólo para variar, y relacionarte con las sensaciones. Por ejemplo, si para tomar una decisión, necesitas consultar con muchas personas diferentes, pregúntale solamente a una. O si siempre pides lo mismo en un restaurante, intenta probar un plato nuevo. Cambia, haz algo distinto y luego evalúa el resultado, quizás te sorprendas.
  • Controla tu pensamiento negativo y trata de desarrollar un pensamiento más realista, más positivo, sin exagerar en negatividad, pero tampoco exclusivamente en un lado de la balanza.
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