Beneficiarnos de la envidia: aprende cómo hacerlo

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Beneficiarnos de la envidia no es tan difícil como parece, pero antes, pongamos un ejemplo. Una antigua amiga de profesión acaba de sacar un libro. Hace tiempo tuve una buena relación de amistad con ella hasta que me sentí defraudado. Desde entonces siento decepción, cierto rencor e ira. Desde que he visto la publicación de su libro me invade la rabia cada vez que me acuerdo de ello. Pienso en que no es justo que ella tenga un libro publicado y yo no. ¿Alguien se siente identificado con esta situación? Sin duda, detrás de esa rabia y esa ira se esconde una emoción muy destructiva: la envidia. Sin embargo, podemos sacarle partido, ¿cómo? Fácil, ¡comencemos!

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Envidia: que te vaya bien, pero no mejor que a mí

Para beneficiarnos de la envidia es importante saber en qué consiste esta emoción. La envidia es una emoción muy dañina, sobre todo para el que la padece. Podemos sentir envidia de que a un amigo le hayan dado un ascenso, también podemos sentirla de un actor famoso, o de alguien de nuestra familia a quien le vayan bien las cosas. La envidia surge en nuestro interior y puede ir dirigida hacia cualquier persona. Se trata de una emoción que sólo sentimos y sufrimos nosotros, ya que la persona afectada puede no percatarse de ello.

Cabe destacar que el envidiado sí puede salir perjudicado si el envidioso cambia su actitud hacia él o tiende a perjudicarle. Como describe el profesor de psicología de la Universidad de Granada, Alberto Acosta: «sentimos envidia cuando queremos ser más que alguien. Anhelamos algo que posee otra persona y creemos que es injusto que esa persona lo tenga y nosotros no».

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Detrás de la envidia se esconde el pensamiento de que somos mucho más merecedores de éxitos que los demás. Todo lo positivo que pueda ocurrir, que nos ocurra a nosotros y no a los demás. Deseamos el éxito de los demás siempre y cuando no sea mayor que el nuestro. Como reza la frase del título: «deseo que te vaya bien, pero no mejor que a mí». La envidia nos paraliza a causa de la ira que nos despierta. Observamos a la otra persona y nos retorcemos en pensamientos negativos hacia ella. «¿Por qué tú sí y yo no», «¿por qué tienes tanto dinero y yo no?», «yo merezco más que tú esa casa con piscina»

Cambiar el punto de vista: análisis y observación

Para beneficiarnos de la envidia, es importante dejar de lado la rabia e intentar estar tranquilos. De esta forma, podremos analizar la situación desde otro punto de vista. En muchas ocasiones, aquellos que envidian, son personas que no han tenido el mismo recorrido que aquellos que tienen éxito. Por ejemplo, si a un compañero le dan un ascenso, es importante que nos paremos a mirar su preparación, sus horas dedicación, etc. En este caso nos podemos preguntar: ¿me he esforzado yo igual? ¿me he preparado del mismo modo?

Cuando alguien, sentado en su sofá, envidia a un deportista, es fácil caer en descalificativos, pero para empezar cabe hacerse algunas preguntas: ¿esa persona hace deporte? Y si lo hace, ¿se esfuerza? ¿da lo mejor de sí? ¿conoce el entrenamiento de los demás para juzgarlos? A través de la envidia sólo vemos el resultado, pero nunca nos detenemos a analizar el camino hasta ese resultado. Por tanto, aquí empieza una parte fundamental para comenzar a convertir la envidia en nuestra aliada: el análisis y la observación. Las cuestiones principales serían: ¿qué se esconde tras el éxito ajeno? ¿estoy dando lo mejor de mí?

Beneficiarnos de la envidia

Una frase que podemos comenzar a usar en nuestro beneficio es: «si otros pueden, yo también». Aún así, debemos ser cuidadosos y no obsesionarnos con el éxito. Cada persona es única, lo que conlleva una serie de peculiaridades individuales y características. Esto quiere decir, por ejemplo, que dos personas que lleven toda su vida tocando la guitarra no tienen porque tener necesariamente el mismo nivel de ejecución musical. Cada uno de nosotros poseemos ciertas habilidades innatas que podremos desarrollar más fácilmente. Este dato es importante porque el hecho de poder alcanzar el éxito no significa que deba ser el mismo éxito que aquel que envidiamos.

Si otros pueden ser exitosos, significa que nosotros podemos serlo, pero no tiene porque ser en la misma disciplina. Por otro lado, si nuestra área y la de la persona envidiada es la misma, será momento de ver qué podemos hacer. Como nos planteábamos en el apartado anterior: ¿qué ha hecho él o ella para publicar un libro? ¿cuántas horas ha invertido? ¿he hecho yo lo mismo o me he dedicado a hacer otras cosas? Si me pusiera a escribir, ¿podría realmente hacerlo? Se trata de establecer una meta y subdividirla en pequeñas metas que iremos alcanzando poco a poco. Quizá nuestro rendimiento no ha sido el suficiente y por ello no estamos recogiendo el éxito que creemos merecer.

Felicidad por los demás

Beneficiarnos de la envidia es posible, sin embargo, es importante tener en cuenta que no siempre podremos alcanzar aquello que deseamos. Por ejemplo, si tenemos cincuenta años y sentimos envidia de un joven jugador de fútbol, sabremos que ya no podemos alcanzar ese éxito. Es por ello fundamental concienciarnos que la envidia, en muchas ocasiones, se manifiesta hacia situaciones que sabemos que no podremos alcanzar. En este caso lo importante son dos aspectos, la aceptación y alegrarnos por los demás. A nivel general, y si hacemos un ejercicio de sinceridad, nos cuesta alegrarnos por los éxitos ajenos.

Esa envidia que nos recorre por dentro nos dice que deberíamos ser nosotros los triunfadores. Desde pequeños nos enseñan a que debemos alcanzar la cima laboral, social, familiar, etc. Nos imponen una expectativas tan desmesuradas que vamos de frustración en frustración, por eso, cuando alguien lo consigue, le tenemos envidia. Es por ello tan importante comenzar a cambiar. Si desde pequeños nos hubieran enseñado a controlar esta emoción o a beneficiarnos de la envidia, posiblemente cosecharíamos más éxitos. Por ello, un cambio clave es el que está enfocado en alegrarnos por los demás. ¿Por qué sentir envidia y no alegría? Si nosotros no hemos podido y otros sí, ¿por qué no alegrarnos por ellos?

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