Cerrando ciclos de vida
Ser feliz necesariamente sucede al dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente. Matthieu Ricard, monje budista, considerado el hombre más feliz del mundo
Cuando el pasado se vuelve tóxico, aniquila nuestro presente y crea incertidumbre hacia el futuro. Psic. Juan Antonio Barrera
Cuando te encuentres cabalgando un caballo muerto, es hora de que te bajes de él. Indios de Dakota
¡Lupita!, aún no se recupera de la muerte inesperada de su hermana y cada vez que algo se la recuerda, es imposible que no le aqueje una enorme tristeza.
¡Alejandro!, tiene mucha rabia cada vez que alguien habla del tema de los padres, porque siente que su propio padre lo abandonó y lo odia a muerte.
¡Ana!, no puede ver a una mujer en la calle cargando a un niño, porque viene a su cabeza los enormes esfuerzos que han puesto ella y su pareja en ser padres y entre abortos e inseminaciones artificiales ha gastado demasiado; tiempo, dinero y esfuerzo, sin ningún resultado.
¡Eloisa! pensó que vivía el momento más pleno de vida en pareja, cuando por un acontecimiento menor, su esposo se fue de la casa, aparentemente por la presencia de otra persona, lo cual le hace vivir pensando que fue traicionada y abandonada injustamente.
¡Gabriela!, después de realizar un extenuante esfuerzo y alcanzar las metas de la empresa, la han despedido sin justificación alguna, lo cual le hace sentirse devastada.
¡Daniel!, tiene una relación en donde pelea física y emocionalmente, casi todos los días de la semana, a pesar de tener una relación tóxica, ninguno de los dos sabe ¿cómo resolver su situación?, y parece que estarán juntos hasta que la muerte los separe.
Y todas estas personas tienen en común un ciclo emocional de vida que no han podido cerrar. El daño que nos causan los demás viene de afuera hacia adentro, pero la reparación del mismo se realiza de adentro hacia afuera.
Contenido
Antecedentes
Es imposible pasar por esta vida sin que ocurran acontecimientos que van a alterar nuestra paz y nuestra calma.
- Terminar una relación sentimental o laboral
- Perder la salud o a una persona querida
- Cambiarse de residencia, para bien o para mal
- Experimentar pérdidas económicas
- No poder resolver una situación de conflicto que se ha hecho crónica
- Regresar después de un viaje placentero
La idea de que determinados acontecimientos pueden producir en un individuo una enfermedad mental tuvo sus primeras explicaciones científicas el siglo pasado y quedaron registradas en la escala propuesta por Holmes y Rahe (1967) que incluía una serie de acontecimientos de vida entre los cuales señalaban: “la muerte de la esposa, un divorcio, la separación conyugal, ser encarcelado, la muerte de un familiar cercano y la lesión o enfermedad personal grave” entre otros.
Describían atinadamente que acontecimientos significativos para un individuo no lo serían para otro con distintas cualidades o magnitudes de soporte; y, aun dentro de una persona, el acontecimiento que era significativo en un determinado momento podía no serlo en otro.
Y dentro de todos estos eventos de vida positivos o negativos, la mayor parte de las veces nos negamos a revisar nuestro estado interior y resulta más fácil culpar a una persona o una circunstancia o un evento que nos hizo daño. “La ley cuántica dice que todas las posibilidades existen simultáneamente. Nuestros pensamientos y sentimientos afectan todos los aspectos de nuestra vida, más allá del espacio y del tiempo” (Dispenza, 2016).
No aprendemos a vivir el presente
El presente es un breve instante y tenemos más conexiones con los acontecimientos del pasado: huyendo o centrados en él. Sin embargo, sí estos no han sido resueltos, porque estamos enojados o estamos huyendo de los fantasmas del pasado, los vendremos cargando o arrastrando como un lastre en nuestra vida.
Según estudios científicos, se estima que tenemos unos 60.000 pensamientos diarios y la mayoría son negativos, repetitivos y del pasado (Koening, 2012). Si ellos corresponden al pasado y el pasado no está resuelto vivimos un presente muy malo y un futuro completamente incierto. Difícilmente se nos ocurre aprender de él.
Hasta cierto punto esto es disfuncionalmente “normal”, pues si una emoción nos atrapa, Daniel Goleman (2012) le llama secuestro emocional, no podemos pensar para resolver la situación que nos aqueja. “El secuestro apresa nuestra atención y la dirige hacia el peligro en cuestión. Si estamos en el trabajo, al sufrirlo no podemos concentrarnos en nuestro cometido, solo de pensar en lo que nos agobia. La memoria también deja de funcionar con normalidad y recordamos con más facilidad lo que tiene que ver con la amenaza y no tenemos tan claro lo demás. Durante un secuestro amigdalar somos incapaces de aprender y nos apoyamos en hábitos archisabidos, conductas que hemos aplicado una y otra vez. No podemos innovar ni ser flexibles”.
Resolver los ciclos del pasado implica tomar consciencia de los acontecimientos pendientes a resolver, entenderlos, reinterpretarlos y aprender de ellos por muy dolorosos que sean
Los aprendizajes de la infancia
Desde la niñez, en un acto de amor y de bondad, nuestros padres nos alejan de los ciclos “normales” de vida y nos enseñan consciente o inconscientemente a enfrentarlos de forma insana. El día y la noche, el nacimiento y la muerte, la salud y la enfermedad, la unión y la separación, primavera e invierno, el fin y el principio de un año, son eventos interpretados como contrarios, bipolares y con una connotación de bondad o de maldad.
Sin embargo, es la percepción y la interpretación de los acontecimientos lo que más nos ayuda o nos daña al juzgarlos sin realmente entenderlos. Somos poco observadores de los acontecimientos y todos ellos son parte de un proceso, de un ciclo, de una serie de pasos marcados por una secuencia: un inicio (génesis, conocimiento inicial de la pareja o empresa), un tiempo de desarrollo (estabilidad o se refleja en el nosotros en la pareja) y un fin (término del ciclo o decadencia, o separación, o muerte o vencimiento de una fecha o contrato).
“Todo tiene un punto máximo de desarrollo para luego decaer. Éste es el punto en que urge prepararse para un cierre de ciclo. Sin embargo, no siempre estamos listos para el final ahí comienza el malestar (Stecca, 2004).
En la vida biológica y social todo cambia y en ocasiones es algo no entendible para nuestro cerebro o para nuestras expectativas. Y, justo es el punto apremiante por entender. “Todo lo que inicia acaba”.
¿Cuáles son nuestras reacciones?
Los estudiantes del último grado escolar, ven con ansiedad terminar un ciclo, pero al mismo tiempo con miedo terminarlo. En las separaciones de pareja suponemos que el tiempo lo arreglará todo, aunque nunca sucede, y nos invaden pensamientos de amor, odio e indiferencia.
Para no enfrentar una separación y despedida: huimos de la fiesta, no acudimos a los sepelios para evitar encontrarnos con el espejo de la muerte, postergamos una discusión o seguimos pensándonos como trabajadores en activo de una empresa extinta.
También hay quienes se quedan a la mitad de los procesos, para no sufrirlos: mejor no tengo una mascota porque se me va a morir, mejor no me enamoro porque no quiero sufrir otra vez, mejor me cambio de carrera y vuelvo a empezar otra para ser estudiante eterno, mejor tengo otra pareja antes de terminar la relación anterior, así tengo varias velas prendidas.
Hay otros que se mantienen en una situación a pesar de que el costo sea más alto que los beneficios, como es el caso de quienes viven eternamente en conflicto. Nos negamos a irnos con las manos vacías, nos negamos a aceptar la nueva realidad y nos sentimos aturdidos ante la incertidumbre de continuar adelante. ¿Cómo voy a dejar a mis hijos son padre?, ¿Quién me acompañara a …?, ¿Qué voy a hacer de mi vida?, ¿Cómo voy a dejarle si yo la amo, aunque no me ame de la misma forma?, ¿No sé qué hacer si no estoy con … o en esta empresa? Es esperar que la cosecha regrese nuevamente después del incendio o el tornado. Esto no va a pasar.
¿Qué hacer?
Por lo tanto, cerrar un ciclo emocional de la vida es observar, ser consciente del cambio, asimilar lo bueno y lo malo de la situación, darnos cuenta del pasado y aprender de la situación. Se trata de crecer a pesar de la adversidad y reescribir el siguiente capítulo de nuestro libro de vida. Es importante sacar nuestras fortalezas aún sin creer tenerlas. Y, cerrar y reparar las heridas de esta vida. Cuando las personas no pueden resolver esto por si solas, la ayuda psicoterapéutica es muy importante.
Así como existe un proceso del cual no somos conscientes donde desconocemos el inicio de los ciclos de vida, se realiza un proceso llamado trabajo de duelo para superar y entender, la añoranza, el enojo, la negación, la frustración, el sufrimiento y el dolor que deja el cerrar ciclos de vida. Para ser capaces de readaptarnos y continuar la vida propia, siendo capaces de volver a vivir el presente aprendiendo del pasado.
Resistirse a la pérdida es alimentar el circuito del dolor