Confinamiento: bienestar y culpabilidad

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Confinamiento y descubrimiento personal

El confinamiento ha obligado a mucha gente a quedarse en casa. Los compromisos sociales han desaparecido. El horario laboral, en caso de teletrabajo, puede ser más flexible (o no). Aquellos que sí deben trabajar, el resto del tiempo deben estar en casa. Los centros comerciales permanecen cerrados. Durante el confinamiento, la vida se resume en estar en casa. Este hecho, de alguna forma, es lo más parecido a estar en un retiro espiritual, salvando las diferencias. En un retiro no se tiene acceso al móvil, ni a la televisión ni a internet. En el confinamiento sí tenemos acceso a toda clase de entretenimientos a modo de películas, series, redes sociales, periódicos, etc. Aún así, gran parte de nuestro día a día se ha visto reducido.

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Consumismo

El consumismo voraz se ha visto menguado. Ahora mismo no podemos ir a comprar por comprar, por pasar el rato, porque no sabemos qué hacer; sino que hemos de permanecer en casa. Este simple hecho está haciendo que nos percatemos que no necesitamos tantas cosas materiales para ser felices. Hemos caído en la cuenta que con una casa donde vivir, alimentos y una serie de necesidades básicas cubiertas nos basta. Nos estamos dando cuenta que, a pesar de no poder consumir como antes, le estamos dando más valor a lo esencial, por ejemplo, disfrutar de un café por la mañana. La necesidad creada de consumismo, se ha visto reducida y esto, en parte, hace que nos centremos más en nosotros mismos.

Una visión al interior

Una vez que nuestras actividades externas se han recudido, lo que nos queda es estar en casa. Podemos estar en familia, en pareja, con compañeros de piso o solos. Pero si pasamos más tiempo que nunca con alguien es con nosotros mismos. Estos días, mucha gente se está enfrentando a sus propios demonios. Están librando una batalla contra sí mismos al observar aquellos pensamientos que tanto le atormentaban pero que siempre reprimían. Es momento de observarlos, reflexionar y ver qué nos quieren decir. Algunas personas afirman que les gusta su trabajo pero aseguran que han descubierto que su vocación es otra. Algunas otras se sorprenden a sí mismas al percatarse de lo enfrascadas que estaban en su vida laboral y lo mucho que habían descuidado lo personal.

Nina Confinamiento

Todo cambia

Sin duda, se trata de un tiempo en el que en varios momentos del día nuestra atención se dirige a nuestro interior y pone en valor todo aquello que dábamos por sentado. Estamos siendo testigos de que aquello que creíamos seguro, ya no lo es tanto. ¿Qué quiere esto decir? Por ejemplo, muchos estaban proyectando sus vacaciones de Semana Santa. Una vacaciones que han tenido que ser anuladas. Proyectos, escuelas, universidades, negocios… Tantos y tantos proyectos de futuro se han visto interrumpidos por la pandemia que hemos abierto los ojos de forma forzosa a que todo puede cambiar de un día para otro.

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Sabemos que mañana podemos morir, pero nunca lo acabamos de interiorizar. Vivimos como si fuéramos eternos. Esta pandemia nos ha dado un baño de realidad, es decir, como nunca sabemos lo que puede ocurrir mañana, lo mejor es disfrutar en el presente, que es lo único que tenemos. ¿Por qué esperar a vacaciones para disfrutar? ¿Por qué no planificar nuestro día a día de tal forma que nos sintamos plenos? Ahora más que nunca somos conscientes de que el presente es lo que tenemos y el futuro es más incierto que nunca.

La muerte

Si algo nos causa malestar en este confinamiento es ver el número de muertes que se están produciendo. La muerte es un tema que normalmente suele generar miedo e incertidumbre. De hecho, este tema es la causa de parte de un gran aprendizaje pero también de sentirnos culpable. Estamos aprendiendo que, de repente, todo lo que teníamos por seguro, no sólo se puede aplazar, sino desaparecer. Muchas personas viven con miedo a perder un familiar, o a perder ellos mismos su vida. Si este pensamiento es muy intenso puede crearnos malestar e incluso ataques de ansiedad. Pero si sabemos contemplarlo podemos intentar extraerle un aprendizaje: disfrutar de los nuestros día a día.

La muerte es una certeza en todos los seres vivos, sin embargo, no queremos verla y ni mucho menos aceptarla. En época de pandemia, este tema constituye gran parte de las noticias y titulares. Nos estamos enfrentando a uno de nuestros mayores miedo: la propia finitud. El cara a cara con la muerte también nos ayuda a reordenar nuestro sistema de valores. Si antes discutíamos mucho con nuestros padres quizá en estos tiempos no lo hagamos tanto porque pensamos que podemos perderlos. Nos percatamos que algunas de nuestras conductas eran desmesuradas o inadecuadas.

Confinamiento y culpabilidad

Un componente mencionado un poco más arriba pero todavía no desarrollado es la culpabilidad. «¿Por qué me siento culpable al experimentar plenitud durante la pandemia? ¿No debería sentirme mal?». En este punto es importante tener en cuenta el contexto y las circunstancias de cada uno de nosotros. Puede parecer incoherente e incluso insensible crecer a nivel personal mientras escuchamos que está muriendo gente. Sin embargo, se trata de un pensamiento basado en la culpabilidad. Con ello no se pretende deshumanizarnos y que no podamos sentir tristeza. La tristeza es una emoción natural primaria que nos sirve para procesar situaciones dolorosas, por lo que la tristeza suele ser parte del crecimiento personal.

Como afirma el catedrático de psicología Alberto Acosta (2007), «se siente culpa cuando creemos que hemos actuado de una manera moralmente deficiente y esto se maximiza cuando con nuestro modo de proceder hemos perjudicado o dañado a una persona inocente». Además, añade que «también sentimos a veces culpa por lo que pensamos, […] creemos que nuestros pensamientos son indecentes». En este caso, la culpa procedería de sentirnos culpables por experimentar bienestar en una situación de emergencia sanitaria. Podemos llegar a sentir que nuestros pensamientos carecen de empatía o de sensibilidad.

Es importante tener en cuenta que el hecho de que cada día escuchemos un alto número de fallecidos no debe hacer sentirnos culpables. Se trata de una situación que no podemos controlar. Puede causarnos tristeza y desánimo. Son emociones normales en este tipo de situaciones. Pero no todos vivimos las mismas experiencias ni las procesamos igual. Si por alguna razón alguien lleva mal el confinamiento y otro lo lleva bien, pretender que todos lo llevemos mal es un gran acto de egoísmo. Situaciones tan atípicas y excepcionales como estas representan experiencias y aprendizajes diferentes para cada uno de nosotros. De esta forma, es importante tener en cuenta que del mismo modo que no se puede pretender que todos aprendamos algo, tampoco podemos -ni debemos- evitar que aquellos que extraen enseñanzas dejen de hacerlo.

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