Decisiones difíciles: ¿por qué al cerebro no le gustan?

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Función ejecutiva y decisiones difíciles

Función ejecutiva

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A pesar de que el nombre parezca un poco extraño, la función ejecutiva la podemos encontrar a nivel cerebral. ¿De qué se trata? Existen diversas teorías sobre la responsabilidad y la asunción de tareas de este concepto o proceso.

La neuropsicóloga Muriel Deutsch Lezak, propuso en 1995 que la función ejecutiva se encargaba de aspectos como:

  • Voluntad.
  • Planificación.
  • Conducta intencional.
  • Ejecución efectiva.

En 1997, Stuss, Alexander y Benson, propusieron una serie de tareas que dependen de la función ejecutiva:

  • Cambiar de un concepto a otro.
  • Las habilidades necesarias para llegar a una meta concreta a través de nuestra conducta.
  • Capacidad de cambiar nuestra conducta a través de nueva información.
  • Manejar diversas fuentes de información.
  • Capacidad para integrar y sintetizar detalles sueltos y darle forma para elaborar un todo coherente.
  • Hacer uso de todo aquel conocimiento relevante que hayamos adquirido.

Anderson (2008) propuso diferentes componentes:

  • Anticipación y desarrollo de la atención.
  • Control de impulsos y auto-regulación.
  • Flexibilidad mental y utilización de realimentación.
  • Planificación y organización.
  • Selección de forma efectiva de estrategias para resolver problemas.
  • Monitorización.

Como podemos observar, la función ejecutiva todavía está en pleno desarrollo. Sin embargo, aunque todavía esté en pleno proceso de investigación, Alexander y Stuss (2000) ofrecen una descripción interesante. Los autores afirman que «mientras que las funciones ejecutivas pueden constar de diferentes procesos, éstos pueden estar interralacionados y podrían ser conceptualizados como un sistema integrador supervisor de un sistema control«.

Decisiones difíciles

A través de estos tres autores hemos podido hacernos una idea de en qué consiste la función ejecutiva a nivel cerebral. Se podría resumir como un «centro de control» desde el que modulamos nuestra conducta en función de nuestra experiencia y de las exigencias contextuales. De este modo, podemos observar como el cerebro al estar implicado en tareas que requieren un desgaste de energía notable, puede llegar a cansarse.

Cuando tenemos que tomar una decisión que requiere tener en cuenta numerosos aspectos, el cerebro precisa de un esfuerzo extra que lo lleva al desgaste. Por ello, es bueno tomar un pequeño descanso después de una decisión difícil. Si en nuestro trabajo o en nuestra vida, estamos inmersos en un periodo de decisiones complicadas, lo mejor será tomarlo con calma y gozar de pequeños descansos de desconexión. De lo contrario, la fatiga mental podría influir en que las elecciones no sean las más acertadas.

Facundo Manes, neurocientífico argentino, asegura en una entrevista para un periódico argentino que: «la sensación de cansancio no está sólo ligada a la importancia, sino a aquellas decisiones que son más complejas, porque involucran más variables. No es lo mismo evaluar un cambio de trabajo que qué cocinar para la cena».

On Amir (2008), profesor de la Universidad de California, asegura que «el uso de la función ejecutiva, un talento del que todos hacemos uso a lo largo del día, se basa en un recurso de capacidad limitada a nivel cerebral. Cuando este recurso de agota a través de una actividad, nuestra capacidad mental puede verse gravemente obstaculizada en otra actividad aparentemente no relacionada».

Compromiso con la decisión

¿Qué significa el título de este apartado? Tomar una decisión no solo implica un gasto de recursos importante, sino implicación con la decisión final. Cuando preparamos la cena, podemos elegir entre ensalada o pizza. La implicación y la repercusión de la decisión es baja. Sin embargo, cuando debemos decidir si dejamos a nuestra pareja, si nuestra empresa toma un rumbo u otro, o cualquier decisión que implique un compromiso importante, nos comprometemos con la de decisión tomada.

Como afirma On Amir: «¿Por qué es tan cansado tomar una determinación? La evidencia implica dos componentes: compromiso y resolución de compensación. El primero se basa en la idea de que comprometerse con una decisión determinada requiere pasar de un estado de deliberación a uno de implementación. En otras palabras, se produce una transición de pensar en opciones para seguir realmente adelante con una decisión«.

Como explica el autor, ya no solo se trata de tomar la decisión, sino de sobrellevar todo aquello que implica haberla tomado. Entre cenar una cosa y otra puede que no haya mucha diferencia. Pero por otro lado, decidir entre un trabajo u otro, implica comprometerse con la decisión y todo aquello que pueda venir con ello. Esta es otra de las razones por las que las decisiones difíciles no solo agotan en el momento presente, sino que pueden mantener tensión y agotamiento a lo largo de cierto tiempo.

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