El atractivo de lo prohibido

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¿Quién no conoce la historia de Adán, Eva, y la manzana? El atractivo de lo prohibido es algo que siempre conviene tener presente, y que podemos encontrar en multitud de discusiones sobre problemas del día a día. Hoy, hablamos de ello.

La prohibición durante la infancia despierta la curiosidad

Los niños son curiosos por naturaleza, y es esa curiosidad la que les lleva a descubrir el mundo que les rodea y experimentar cosas nuevas. Y, sin duda alguna, esto es algo que forma parte del aprendizaje humano, y no debería limitarse.

Por tanto, la curiosidad de los niños es un instinto básico para aprender, conocer el mundo, crecer, madurar y, por lo tanto, para mejorar la capacidad de supervivencia. De ahí que nadie debiera tratar de limitar la curiosidad de un niño (salvo casos peligrosos, claro).

Durante esta etapa, tratar de prohibir algo, solo generará que se despierte un mayor interés por lo prohibido, porque no solo se estará satisfaciendo la curiosidad de hacer eso que está prohibido, sino que también se descubrirá qué sucede al hacer algo prohibido.

Así pues, durante esta etapa, lo más recomendable no es prohibir nada al niño, sino generarle alternativas. Y es que, durante esta etapa, lo que no se nombra, no existe (o, por lo menos, no despierta interés en el pequeño).

Mientras más le digas que no pinte las paredes, más atractivo le parecerá pintar las paredes. Sin embargo, si la primera vez que las pinta no haces mucho caso y, en lugar de ello, le muestras papeles y otros lugares donde pintar, es probable que lo elija (siempre y cuando se lo plantees como algo interesante).

Las prohibiciones durante la adolescencia

Durante la adolescencia, lo que hará el joven es tratar de autoafirmarse. Es un proceso en el que está tratando de conocerse y descubrirse a sí mismo, y necesita distanciarse de los patrones paternos y destacar la diferencia respecto a ellos, definiendo un camino propio.

Es aquí donde se madura el carácter y la personalidad que se veía de forma incipiente en la etapa infantil, y es importante que el joven tenga posibilidades para crear su propio espacio y decisiones, para “crearse a sí mismo”.

En esta etapa, desafiar las prohibiciones es una forma cómoda de distanciarse de los padres, que le inculcaron ciertos cánones desde pequeño. Es por ello que lo prohibido se hace más atractivo, porque es la forma más rápida y cómoda de autoafirmarse frente al otro.

Durante esta fase, la prohibición difícilmente conseguirá nada. Es por ello que es mejor optar por la negociación, y siempre respetando el hecho de que el joven sea una persona diferente y única.

Respetar su individualidad, su opinión y su decisión es una buena forma de iniciar una negociación. Sin embargo, a la vez, hay que recordarle que las decisiones tienen consecuencias y que, una vez uno es un individuo completo, tiene que hacerse cargo de ellas y ser responsable.

Desde este tipo de negociaciones es mucho más probable alcanzar algún punto de acuerdo entre el joven y el adulto que desde la simple prohibición.

 

La libertad en los adultos

La edad adulta es, por definición, la etapa de libertad, madurez y responsabilidad. Es aquí cuando la persona decide su proyección en la vida de forma completamente libre y se independiza de sus padres.

En este punto, nadie tiene derecho a decidir nuestra trayectoria, y nosotros tampoco tenemos derecho a decidir la trayectoria de los demás. Es por ello que hablamos de una etapa de respeto e individualidad, pero también de libertad y responsabilidad.

Como es natural, durante esta etapa, la prohibición genera un rechazo natural hacia quien ejerce dicha prohibición, y también un atractivo hacia lo prohibido, como una forma de demostrar que somos dueños de nuestra vida y que nadie debe sobreponerse a nosotros.

Durante esta etapa no hay que prohibir nada, tampoco. Y, de hecho, aunque se planteara una prohibición, es probable que no se consiguiera absolutamente nada, porque el adulto es libre de tomar las decisiones que considere oportunas.

Sin embargo, la libertad implica responsabilidad. Esto significa que, si el adulto en cuestión prefiere la libertad de hacer algo que nos disgusta, quizá debe aceptar que la consecuencia de ello es que nosotros nos distanciemos.

No todas las decisiones son respetables desde nuestros cánones morales. Y, aunque no somos quienes para cuestionar las decisiones de esa otra persona adulta, sí tenemos derecho a cortar relaciones con quienes toman decisiones que atentan contra nuestra moral (o que, directamente, nos afectan negativamente).

Como puedes ver, el atractivo de lo prohibido es algo que no se puede ignorar. Cualquier tentativa de prohibir algo, hará que resulte más interesante de lo que habría sido de un buen principio. Por ello, conviene encontrar estrategias alternativas para evitar que alguien haga algo que no queremos que haga.

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