Examinando nuestras actitudes

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Al empezar este artículo lo primero que me vino a la cabeza fue la frase del famoso psiquiatra, neurólogo y fundador de la Logoterapia, Viktor E. Frankl: “Todo puede serle arrebatado al ser humano excepto la última de las libertades: la actitud con que se enfrentará a una determinada circunstancia». Y es que la actitud, sin duda alguna, es una de las herramientas más poderosas con la que contamos. Pero esta vez me gustaría que fuéramos un poco más allá, analizarlas un poquito más a fondo, saber cuál es su naturaleza, cuáles son sus funciones, cuáles los instrumentos de medición con los que contamos y, más importante aún, el poder destructivo de algunas de ellas para poder tomar medidas.

Las actitudes

A las opiniones, creencias y sentimientos que nos predisponen a responder de determinada manera antes objetos, personas y situaciones les llamamos actitudes. Evidentemente, hay una estrecha conexión entre nuestras actitudes y nuestras conductas. Briñol, De la Corte y Becerra (2001) lo sintetizan así:

“Las actitudes se definen como evaluaciones positivas o negativas que las personas realizan ante diferentes objetos sociales y que reciben el nombre genérico de objetos de actitud. Por ejemplo, podríamos decir que una persona que está a favor de la eutanasia tiene una actitud positiva con respecto a este asunto, mientras que otra que no está de acuerdo diríamos que tiene una actitud negativa. Según la cultura en la que hayamos nacido y el tipo de acontecimientos vividos, tendremos una actitud u otra ante situaciones como, por ejemplo, la muerte.

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Todas las actitudes son aprendidas y al ser aprendidas se pueden modificar, pero muchas de ellas son bastantes estables y van a mantenerse o a experimentar pequeños cambios a lo largo de nuestra existencia. Se adquieren y modifican por los mismos procesos que se adquieren y modifican los comportamientos. A través del condicionamiento clásico, del condicionamiento operante y del modelado podemos adquirir y modificar nuestras actitudes, pero también existe otro mecanismo de adquisición de las actitudes, la comparación social que es tendencia a compararnos con los otros para determinar si nuestra visión de la realidad es o no correcta.

Un ejemplo de la modificación de nuestras actitudes en función de la opinión de los que nos rodean, es el experimento realizado por Maio, Esses y Bell en 1994, en el cual los autores demostraron cómo una información inventada en sentido favorable o desfavorable (hacia los miembros de un grupo) modificaron las actitudes de las personas expuestas a dicha información de tal forma que aquellos que recibieron información favorable expresaron actitudes más favorables que los que recibieron la información contraria. ¡Así somos de influenciables!

Si bien es cierto que las primeras fases de la vida suponen mayores cambios respecto a las actitudes, durante la edad adulta también aparecen de forma continuada ciertas modificaciones dado que existe una influencia entre las acciones que llevamos a cabo y nuestras actitudes.

Naturaleza de las actitudes y sus componentes

Nuestras actitudes poseen tres componentes: cognoscitivo, afectivo y conductual. Es posible que en una actitud encontremos más cantidad de un componente que de otro.

  • Componente cognoscitivo: Para que exista una actitud, es necesario que tengamos una representación cognoscitiva del objeto (percepciones, creencias e información sobre el objeto). Los objetos no conocidos o sobre los que no poseamos información no pueden generar actitudes y esta representación cognoscitiva puede ser vaga o errónea.
  • Componente afectivo: Son las sensaciones y sentimientos que dicho objeto produce en nosotros, es el sentimiento en favor o en contra de un objeto social, y es el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la diferencia principal con las creencias y las opiniones (que se caracterizan por su componente cognoscitivo). Todos experimentamos distintas experiencias con el objeto que pueden ser positivas o negativas.
  • Componente conductual: Son las intenciones, disposiciones o tendencias hacia un objeto, es cuando surge una verdadera asociación entre objeto y sujeto. Es la tendencia a reaccionar hacia los objetos de una determinada manera. Es el componente activo de la actitud.

Las funciones de las actitudes

Las actitudes pueden tener funciones ya sea de conocimiento, de adaptación, de defensa o de expresión.

1. De conocimiento. Las actitudes pueden actuar como esquemas o filtros cognitivos. Un prejuicio hacia un grupo específico (ya sea por etnia, edad, religión, etc.) puede bloquear el conocimiento de aspectos muy positivos que se presenten; nos quedaremos sólo con lo negativo. En ocasiones, para medir las actitudes se pueden presentar situaciones hipotéticas para ver como la actitud filtra la adquisición de conocimientos.

2. De adaptación. Las actitudes nos permiten adaptarnos e integrarnos en los grupos sociales. Para poder pertenecer a un grupo, he de pensar y hacer lo más parecido posible a las características del grupo.

3. Ego defensiva. Podemos desarrollar actitudes para defendernos ante determinados objetos. Ante objetos que percibimos amenazantes, desarrollamos actitudes negativas para preservar el yo. Ejemplo:”el profe me tiene manía” como defensa ante mi incapacidad o irresponsabilidad.

4. Expresiva. Las actitudes nos permiten mostrar a los otros nuestra identidad (qué somos y como somos).

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