Explora tu personalidad
La pasión por «descubrir» ha impulsado la curiosidad del hombre hasta lugares tan lejanos como la Luna, y con la ayuda de los satélites más lejos aún, hasta los confines del universo. pero, ¿y nuestra personalidad?
Nuestras necesidades y deseos vistos como algo que no sale de nuestro interior
Ir más allá de las fronteras geográficas, tecnológicas, sociales y económicas forma parte de las motivaciones más difundidas en la actualidad. El acceder a una una nueva computadora, teléfono celular, barrio, trabajo o automóvil, pone de manifiesto esta pulsión innata de progreso en el sentido de avance hacia nuevos territorios.
Sin embargo, el depositar la atención en forma desproporcionada hacia el mundo exterior, condiciona cada vez más la capacidad para observar el mundo interior, que en definitiva es el único que verdaderamente tenemos.
Según la investigación realizada en 2004 por el Observatorio de la Deuda Social Argentina, perteneciente a la Universidad Católica Argentina (UCA), el 39% de las personas destina su tiempo libre a ver medios audiovisuales (Ej: cine y TV).
Le siguen en orden de prioridad decreciente las actividades deportivas (29%), las actividades familiares (23%), las sociales y culturales (18,9%) y las manuales, artísticas y solidarias (12,9%). El hombre occidental destina en promedio unas cuatro horas de su tiempo libre a mirar televisión, palabra que deriva del griego (tele:lejos), (visio: vista).
Cuando miramos televisión en cierta medida estamos «viendo de lejos». Vemos de lejos nuestras verdaderas necesidades y deseos, nuestros conflictos y oportunidades, nuestras contradicciones y paradojas… Todo queda depositado allí, en los personajes que aparecen en la pantalla. La distracción que proporciona un mundo resuelto nos aleja de la posibilidad de encontrar los caminos para acceder a aquello que verdaderamente podemos estar necesitando, aquello a lo cual aspiramos.
El mundo externo pasa a ser proveedor de respuestas a la mayoría de las preguntas, curiosamente antes de que éstas pudieran ser incluso formuladas. Somos producidos externamente y hasta con cierta facilidad, se trate de ideologías, hábitos de consumo, definición de lo correcto y lo que no lo es.
El afuera invade sin restricciones nuestra privacidad e instituye sus intenciones y motivos. Cuando esto sucede nos aferramos a un discurso ajeno, a una certeza que en algún momento nos inculcaron, y a la cual nos aferramos por la seguridad que nos brinda.
Sin embargo el no ver o no cuestionar lo instituído, no evita la disonancia interior que se origina como consecuencia de una falta de alineación entre aquello que repetimos, y aquello que en el fondo creemos o desearíamos creer si nuestra identidad no estuviera en juego.
Esta disonancia se manifiesta en todo tipo de síntomas, desde físicos, mentales y hasta vinculares. Quizás parte de la confusión, ansiedad, y hasta violencia que vemos en las pantallas y experimentamos a diario pueda tener que ver con esta incapacidad para albergar lo diferente, fundamentalmente en nuestro interior.
Vivir en automático parece más sencillo, pero no lo es.
El no detenernos a reflexionar el tiempo suficiente respecto de por qué, o mejor dicho… para qué …hacemos lo que hacemos, nos deja como único camino de adaptación posible frente al cambio, el de intentar con todos los medios, ajustar al mundo externo a nuestra rígida programación. Es un camino que conduce inexorablemente a la victimización y al fracaso.
El cambio podría tener que ver con un nuevo trabajo, una nueva realidad contextual de mercado, una nueva pareja, la llegada de un hijo, de un nuevo presidente, la mudanza a un nuevo barrio, la pérdida de un ser querido, o simplemente la transición hacia nuevas etapas cronológicas a medida que sumamos años a nuestro haber personal. La adaptación implica movimiento y no podemos mover aquello que no vemos o no conocemos… como nosotros mismos.
“Esta es la verdadera alegría de la vida, el ser utilizado para un propósito que tú mismo reconoces como poderoso …ser una fuerza de la naturaleza en lugar de un pequeño, febril y egoísta, guiñapo de aflicciones y rencores que se queja todo el tiempo de que el mundo no se dedica a hacerlo feliz…» George Bernard Shaw. Escritor, Premio Nobel de Literatura en 1925
Tal vez, muchas veces la queja alude a la frustración que genera el ver como el mundo no se dedica a hacernos feliz…
La felicidad parece no estar en los objetos del mundo, sino en nuestra posibilidad de movernos internamente. Es necesario y hasta provechoso redireccionar la búsqueda y los esfuerzos. Como decía Soren Kierkegaard, un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, «a medida que alguien se conoce, empieza a ser la persona que realmente es» y es en esta integridad donde la semilla de la felicidad puede germinar.
Un cambio de paradigma
Resulta sumamente interesante ver como la ciencia, abocada al estudio del mundo externo y de los objetos que en él habitan, se ha encontrado sopresivamente con la otra cara de una misma moneda. La física en particular ha dado un paso trascendental hacia un cambio paradigmático en la forma de entender el mundo que nos rodea.
Desde Descartes hasta Einstein, la ciencia siempre se ha volcado al estudio de la materia en sus distintas formas y tamaños y ha dejado en manos de la religión la explicación de los fenómenos místicos. Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos y del conocimiento orientados al estudio de lo material, se ha encontrado con descubrimientos desde la física que nunca estuvieron más próximos al misticismo y a lo intangible.
Hoy existe una nueva física, la física cuántica, que ha evolucionado desde la física clásica de Newton y la moderna de Einstein en una nueva visión del mundo de los objetos, y que abre asombrosamente el acceso a una nueva visión del mundo espiritual.
Ampliar los alcances de estos descubrimientos excede las posibilidades de este texto pero simplemente resulta interesante destacar que así como lo ha demostrado la física, es posible la conexión hacia el mundo interior a partir de la observación del mundo exterior, porque en definitiva son dos cara de una misma moneda.
Cuando hablamos de lo que pasa allí afuera, de los que vemos en el laboratorio o en la pantalla de televisión, estamos dando cuenta sin advertirlo, de lo que nos pasa internamente.
Preguntas clave para conocerte en mayor profundidad
Te proponemos que destines unos 5 minutos de tu tiempo libre a la respuesta de las siguientes preguntas. Es importante que lo hagas en forma escrita para volver a leerlas y analizarlas cuando llegues a la pregunta final.
- Cuál ha sido la escena que más recuerdas de alguna película que hayas visto. Descríbela con todos los detalles que recuerdes.
- Cuál ha sido la noticia del mundo que más te ha impactado en los últimos días. Por favor narra los acontecimientos como si estuvieras contando la historia a alguien que desconoce lo sucedido.
- A quiénes has buscado acercarte y de quiénes alejarte en los últimos quince días. Cómo describirías los rasgos de personalidad estas personas
- Qué tipo de comidas has preferido en la última semana y cómo te has sentido emocionalmente en ese mismo tiempo.
- Cuáles han sido las actitudes que más te han molestado de quienes te rodean
Ahora bien,…la exploración interior no es una tarea sencilla. Requiere de paciencia y sobretodo honestidad para con uno mismo. Comienza con una pista, un dato que a su vez lleva a otro y a su vez conecta con el siguiente mientras se arma una idea, un patrón que puede ser descrito como una afirmación o al menos como una posibilidad. Poco a poco se va develando un misterio que siempre estuvo allí pero que veíamos vagamente de lejos…
La pregunta final…
¿Qué de todo lo que has descrito más arriba tiene semejanzas con lo que te sucede internamente?
Qué dice la película, escena, noticia, acercamientos y distanciamientos, rasgos ajenos, comidas elegidas y actitudes, ….de vos mismo/a. Si prestas atención a la pantalla del TV podrás ver que por momentos y dependiendo de ciertas condiciones de iluminación, refleja algo de tu imagen…