La Gran Migración del Blues

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La historia del blues no es de fácil seguimiento. El propio nombre del género lleva a equívocos, ya que la palabra blues hace referencia tanto a un estilo musical como a un estado de ánimo. En inglés, «to get the blues» («tener el blues») significa estar invadido por la tristeza. Muchas veces se habla del blues utilizando ambas acepciones, ya que la música y el sentimiento van unidos. Las primeras canciones que mencionan la palabra «blues» aparecieron entre 1908 y 1914, destacando en la década de 1910 el trabajo de W. C. Handy. Sin embargo no fue hasta 1920 cuando se grabó el primer sencillo con las características musicales propias del género, ‘Crazy Blues’, en la voz de Mamie Smith.

El blues se distingue por utilizar progresiones armónicas propias, como el blues de doce compases, y por basarse en la sucesión de frases musicales en la forma de llamadas y respuestas. También es importante la aparición de las conocidas como «notas de blues», una serie de notas asociadas a este género por estar fuera de tono. Los primeros músicos que desarrollaron el blues consideraron que el sonido de estas notas representaba el estado de ánimo que querían transmitir, ya que se salían de la tonalidad lógica e inflexionaban la melodía. El sonido blues se asoció rápidamente a la melancolía y a las penas de los trabajadores negros del sur de Estados Unidos.

Bessie Smith (1894-1937), la Emperatriz del Blues

Llegados desde África entre los siglos XVII y XIX, los esclavos de las plantaciones del Sur no solo traían su fuerza de trabajo, sino también sus costumbres. Una de ellas, el canto de llamada y respuesta, fue determinante para el nacimiento del blues. En la fértil llanura del Delta del Misisipi, varios géneros se mezclaron para dar lugar al nuevo estilo, entre ellos: el ragtime, la música folk irlandesa, los himnos cristianos, los gritos de campo, las canciones de trabajo (work songs) o el género teatral del minstrel. Con esta rica base -y una gran dosis de improvisación- nació el blues.

Debido a su propia naturaleza, el blues no se organizó como un género homogéneo. Cada músico era diferente y, aunque todos coincidían en la melancolía y en el pesar, las formas de tocar, de cantar o los instrumentos utilizados variaban de una región a otra. La producción musical de los afroamericanos empleados en la agricultura dio lugar al blues rural, la primera forma de blues, desarrollado en tres regiones sureñas: el Delta del Misisipi, donde destacaron Charlie Patton y Robert Johnson, el Estado de Texas, con Blind Lemon Jefferson, y la zona de Georgia y las Carolinas, con un blues más melódico desarrollado por Blind Willie McTell y Blind Boy Fuller. Como los propios nombres indican, los músicos ciegos tuvieron un papel destacado en el blues rural.

Aunque procedentes de familia de esclavos, muchos de estos músicos llegaron a actuar en conciertos y espectáculos itinerantes. Los establecimientos donde se podía encontrar a bluesmen tocando en directo eran los juke joints, bares pequeños propios del Sur de Estados Unidos. Sin embargo, para realizar las primeras grabaciones a principios de los años veinte, las discográficas escogieron a mujeres como Bessie Smith, Mamie Smith o Ma Rainey. El blues de estas divas, que cantaban sobre una base musical de jazz, se conoce como blues clásico, muy diferente al blues rural y mucho más comercial.

En 1929 la caída de la Bolsa de Nueva York afectó al mundo entero. La crisis generada en Wall Street obligó a cientos de empresas a cerrar y millones de trabajadores perdieron sus puestos de trabajo. Los salarios bajaron drásticamente y la población se empobreció. Tratando de escapar de la miseria -y cansados del racismo sureño-, 6 millones de afroamericanos se trasladaron desde el Sur rural hacia las ciudades del norte, en lo que se conoce como la Gran Migración.

MÁS INFORMACIÓN: Cuando se rompan los diques (o cuando el Mississippi desemboca en Londres) (Rodolfo Caparrós, 2016)

RECURSO: Ficha sobre la Gran Migración

Entre los migrantes se encontraban muchos jóvenes cuyos nombres pasarían a la historia de la música. Las ciudades que recibieron a futuros iconos del blues fueron principalmente Memphis, Atlanta, Detroit, St. Louis y Chicago. En Memphis, Beale Street se convirtió en el lugar de encuentro para bluesmen como Willie Nix o B. B. King. En Detroit se instaló John Lee Hooker, mientras que T-Bone Walker acabó en Los Ángeles.

Las grandes ciudades abrieron un mundo nuevo para el blues, que entró en contacto con nuevas influencias. El jazz ayudó a desarrollar estilos de canto dentro del blues urbano, y el animado boogie-woogie dio forma al jump blues, con protagonismo del piano. Los bluesmen dejaron de ser solitarios y aparecieron los primeros grupos, en los que eran necesarios varios músicos para tocar distintos instrumentos. Las mujeres también adquirieron un papel importante en el blues urbano: Memphis Minnie, Helen Humes, Julia Lee o Ruth Brown destacaron por sus melódicas voces y se acompañaron de big bands.

En la ciudad, el blues se encontró con la armónica, el saxofón, el bajo o la percusión. Las letras abandonaron la temática rural y comenzaron a interesarse por la vida urbana, que ofrecía la tristeza del desamor y del desempleo, pero también el disfrute del ambiente cosmopolita. Los clubes nocturnos elevaron el blues como un género sofisticado, tras haber llegado como un sonido relacionado con la pobreza del campo.

El ritmo veloz de la metrópolis derivó en un estilo musical más rápido y excitante, de la mano de Pinetop Smith, Louis Jordan o el pianista Earl Hines, si bien cada ciudad desarrolló una corriente de blues con características propias. El Memphis blues tuvo mucha relación con la música skiffle, de melodías sencillas y tocada con instrumentos caseros (era muy usual soplar en jarras para hacer el ritmo del bajo). Por su parte, el Atlanta blues fue uno de los más prolíficos, con Peg Leg Howell como primer nombre en una larga lista de bluesmen entre los que destacan Blind Willie McTell y Curley Weaver. En ciudades como San Francisco o Los Ángeles se desarrolló el West Coast blues, con solos de guitarra influenciados por el jazz, voces dulces y protagonismo del piano.

En Chicago tuvo lugar el conocido como Chicago Black Renaissance, un movimiento cultural desarrollado en los años treinta y cuarenta, liderado por artistas afroamericanos y que ayudó a fortalecer el orgullo racial y creó una nueva conciencia negra. La población afroamericana dejó atrás el miedo que en el Sur habían creado la esclavitud y la segregación y comenzó a crear su propio espacio en la vida cultural y nocturna de la ciudad. Chicago se llenó así de bares en los que sonaban jazz y blues, galerías de arte en los que fotógrafos y pintores negros exponían sus trabajos, periódicos y revistas en los que publicaban sus textos autores del South Side… la explosión de creatividad fue total, y Chicago se estableció como uno de los centros culturales del país.

En 1942 la revista Billboard comenzó a publicar una lista semanal con los éxitos musicales de la música negra. La Harlem Hit Parade pronto se renombró como Race Records, evidenciando la importancia y el éxito que tenían los músicos afroamericanos. Uno de los primeros hits de la lista fue el ‘Stormy Monday Blues’ de Earl Hines. En 1949 Billboard volvió a cambiar el nombre de la clasificación por Rhythm and Blues chart. Las discográficas percibieron el renacimiento de la cultura negra, y Bluebird Records, Excello Records o Chess Records fueron algunas de las que más impulsaron el blues urbano.

A finales de los años treinta, la llegada de los amplificadores y de la guitarra eléctrica fue determinante en la evolución del blues. Desde Los Ángeles, T-Bone Walker fue pionero en el uso de los nuevos elementos eléctricos, si bien fue en Chicago donde se popularizó el novedoso sonido y donde nació el subgénero más importante dentro del blues. Las bandas se electrificaron con voces amplificadas, baterías completas y hasta dos guitarras eléctricas. La sencillez del blues rural ya solo quedaba en las progresiones de acordes. Los días de los juke joints y las work songs quedaron atrás, y el blues, como la sociedad americana, fue evolucionando. La sensación de libertad encontró en la distorsión de la guitarra eléctrica su banda sonora, y el blues creó un nuevo género musical que finalmente unió a los jóvenes negros y blancos para disfrutar la vida: el rock and roll.

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