La soberbia, rasgos de las personas arrogantes
¿Qué causa la arrogancia?
Aunque parezca lo contrario, este tipo de comportamiento a veces suele esconder una gran inseguridad. Para sentir esta percepción de superioridad, necesitan creer que los demás son inferiores a ellos. La actitud arrogante puede usarse como mecanismo de defensa para esconder el miedo al rechazo, poca seguridad en uno mismo y una baja autoestima: si te sientes inferior en algún aspecto, puede que trates de ocultarlo a los demás para que te acepten más y evitar cualquier daño personal. Por ello, es probable que la persona actúe de forma arrogante con personas que incluso no conoce, como forma de defenderse ante un posible rechazo. Es aquí donde esta actitud puede convertirse en un problema social, psicológico y afectivo, ya que, aunque en ocasiones la persona vanidosa pueda rodearse de mucha gente con la que mantiene una relación superficial, pueden llegarse a sentir afectivamente muy aislados.
Otras veces la persona arrogante ha cumplido ciertos objetivos con más éxito que otros y esto les ha convencido de su superioridad ante los demás en ciertos campos. Sin embargo, al mismo tiempo son conscientes de que este tipo de comparaciones en forma de competitividad pueden dejarle en un segundo lugar en otros aspectos de la vida y no toleran fácilmente esta frustración.
La arrogancia y la vanidad también pueden ser meros síntomas del trastorno narcisista de la personalidad, un trastorno de larga duración muy relacionado con la psicopatía en el que la persona muestra una percepción extrema de grandiosidad hacia sí misma, además de una falta de empatía total hacia los demás.
¿Cuáles son los rasgos más comunes de la arrogancia?
Algunos de los rasgos más característicos de las personas arrogantes y vanidosas están recogidos en los siguientes párrafos:
Necesitan ser el centro de atención
Precisamente porque la opinión de los demás les importa demasiado, a pesar de mostrar una apariencia totalmente contraria, las personas arrogantes tienden a necesitar atención y halagos constantes y todo lo que se refiera a ellos en términos positivos, es bienvenido, mientras que suelen mostrar un rechazo extremo ante cualquier crítica, aunque esta no sea destructiva.
Todas las conversaciones suelen girar en torno al mismo tema: ellos y sus circunstancias. Suelen sentir adoración por sí mismos, o al menos aparentarlo y pocas veces son capaces de empatizar y escuchar con atención a otras personas si la conversación no les resulta interesante, es decir, no trata sobre ellos mismos.
Además, puede que la persona arrogante, en el pasado, haya obtenido una atención constante en contextos familiares y sociales y esté acostumbrada a ser el centro de atención, con lo cual, tratar de continuar obteniendo este refuerzo atencional en la etapa adulta puede ser una consecuencia de un comportamiento aprendido.
A las personas arrogantes les cuesta autorreflexionar
Ejercitar la autorreflexión y enfrentarse a su realidad puede ser duro para una persona muy arrogante. Hacer frente a que nuestra vida no es tal y como presuponemos y que puede que no seamos perfectos y sí vulnerables, como el resto de los seres humanos, puede infundir terror a una persona cuya autoestima no está cimentada de una manera sana. Por ello, las personas vanidosas suelen evitar pasar periodos largos de autorreflexión.
El encanto superficial que puede esconder crueldad
Es muy usual que las personas más arrogantes se muestren encantadoras en un primer momento e incluso pueden llegar a cautivar. Precisamente porque suelen ser personas que buscan reconocimiento, pueden ser expertos a la hora de ganarse la aprobación de los demás. Pero cuando las primeras impresiones pasan, es cuando los que están a su alrededor pueden encontrarse con los sentimientos de crueldad provocados por la falta de empatía o por estas frustraciones o inseguridades; esto es algo muy típico en personas con trastornos de la personalidad antisocial o psicopatía.
Son intolerantes con las personas diferentes a ellos mismos
Las personas vanidosas suelen ser muy propensos a criticar a los demás. Señalar los errores, las debilidades y los fallos que otras personas puedan cometer se hace demasiado fácil para ellos debido a que sus propios estandartes suelen ser muy altos, tanto que, al sentirse frustrados por no alcanzarlos, pueden llegar a desestimar a otras personas para sentirse más fuertes, a veces incluso llegando a la ridiculización o humillación de los demás.
Todo debe ser tal y como ellos dicen
Una persona arrogante lo quiere todo a su manera de forma a veces despótica. Al no mostrar interés por otros puntos de vista, así como al autoconvencerse de que nadie vale más que él/ella, las opiniones ajenas carecen de importancia y cualquier forma de pensar diferente es por descarte, errónea.
No suelen reírse de sí mismos
Reír es terapéutico, es un verdadero alivio para nuestras preocupaciones y nos mantiene saludables. Más aún lo es reírse de uno mismo, enfrentar nuestros complejos con una carcajada y despreocuparse de lo que otros puedan pensar significa que somos más fuertes que nuestros miedos. Las personas vanidosas, sin embargo, no suelen ser proclives a reírse de sí mismas ya que, por el contrario, sienten que sus debilidades pueden ser expuestas y cualquier broma externa asociada a algún aspecto de su vida puede ser considerada algo muy negativo.
Las personas vanidosas normalmente esconden ciertas debilidades a través de una máscara de soberbia y autosuficiencia. Tratando de encajar los golpes antes de que lleguen, adoptan una postura de superioridad que puede resultar en algo muy problemático a la hora de relacionarse y compartir con los demás, ya que la vanidad despierta la admiración superficial de algunos, pero el rechazo de la gran mayoría de personas, por lo que corren el riesgo de sentir mucha soledad y un gran vacío al estar siempre viviendo presos de unas expectativas demasiado altas.