Me quiero, no me quiero
“Hacer las cosas bien, está bien, hacerlas perfectas, es imposible”
Si amigos/as, ¡quererse no es machacarse por no ser perfecto! Quererse significa cuidarse, mimarse, pero sobretodo conocerse un poco mejor, para no auto-juzgarse demasiado. En este artículo te cuento algunos de trucos para hacerlo posible:
Conócete a ti mismo
Como dijo Aristóteles, conócete a ti mismo. ¿Con esto a que me refiero? Los psicólogos usamos un término que se llama devaluación; que significaría poner en duda la valía de uno mismo. La devaluación puede iniciarse cuando una persona no para de evaluarse mal a sí misma. Acabando por no escucharse.
Por ejemplo, en una fiesta: ¿Estoy guapo/a para la ocasión? ¿Qué pensarán de mí? ¿Y si piensan mal y acabo por ser el hazmerreír?
“Y así, acabo por olvidarme de que quizás esa noche me importa un carajo estar guapo/a, y prefiero soltarme la melena y divertirme y bailar patosamente hasta las 6 de la mañana. Pero…Esto no sucederá porque llevo el pelo engominado, un vestido que me aprieta y estaré pendiente de cómo hable, cómo me mueva e incluso cómo reaccionen los demás. Porque si no encajo con los invitados: seré un fiasco, yo y la fiesta.” (Siendo un ejemplo que puede parecer exagerado, sepan que se puede llegar a vivir con esa intensidad).
Y todo esto se resume en Psicología como: creencias irracionales. Sin duda en el ejemplo anterior se han priorizado una serie de pensamientos que han bloqueado una forma de ser auténtica y espontánea, y han amargado al protagonista.
¿Cuándo voy a ser yo mismo?
Hay momentos y etapas del ciclo vital en las que sí estamos marcados por una serie de normas: ya sea en la escuela, en casa por nuestros padres e incluso cuando andamos por la calle, y tenemos que esperar que el semáforo se ponga en verde para cruzar.
Estos son comportamientos funcionan obedeciendo unos pensamientos que son racionales: si cruzo en rojo, me pueden atropellar. Y esto me limitará a cruzar cuando me plazca.
Sin embargo, hay personas que interactúan con el resto o planean su vida con un semáforo en rojo continuo. Tienen una lista de etiquetas y/o normas que imponen y se autoimponen. Por ejemplo: “tengo que ser simpático/a la mayoría del rato, el mundo debería ser justo, tengo que alcanzar el éxito en todo lo que hago para que me valoren positivamente… Y si mi profecía no se cumple, no puedo soportarlo” entrando en un estado de angustia que les amarga.
Cabe decir que se tratan de pensamientos automáticos e inconscientes. Y que detrás de ellos se esconde una necesidad de ser siempre aprobados, o ser siempre exitosos o de no ser frustrados.
Por tanto y para que no quiebren sus expectativas, prefieren vivir con el miedo, generando un control sobre sí mismo y su entorno basado en razonamientos sin ninguna lógica. Sin saber que están retroalimentando esa angustia, y más allá de ello, gastando su energía vital en aquello que no les pertenece: lo que suceda fuera.
Aprender a tratarse
De algún modo practican el ensayo error, cayendo siempre en el mismo error…Y esto, sí es nocivo para la autoestima. Dado que basan su estima en lo imposible, que es: ser oportuno para todo terrícola, evitar los errores, o que los demás y el mundo atiendan siempre a sus exigencias. Es decir, tomar el mando de un control fantasma.
Para aquellos que persisten en su propia doctrina: os presento a la odiable ansiedad y/o depresión. Porque sí, ello puede acabar convirtiéndose en una crisis existencial por no saber lo que realmente quieres, o sin valorar aquello para lo que vales. Y más allá de ello, tener un miedo persistente “terribilitis” que te vuelva poco resolutivo y poco productivo contigo mismo.
Por suerte y si te has sentido identificado con lo expuesto, puedes acudir a un psicoterapeuta especializado en la terapia racional –emotiva conductual en siglas “TREC”. Para que se encargue de cuestionar tus creencias, y acabar por derrumbar todos los muros que te impidan seguir tu camino o tus retos.