¿Miedo al cambio? claves para vencer el miedo

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Todos en alguna ocasión nos podemos sentir agobiados, sobresaturados, pensando en nuestro interior que no llevamos la vida que deseamos. Vamos de aquí para allá, sin rumbo, a un paso del naufragio.

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En busca del cambio

Y es que se necesita mucho valor para mirar nuestra vida con honestidad y poder reevaluarla, para de este modo intentar hacer los cambios necesarios. Pero cambiar también exige coraje, exige valentía para plantarle cara al miedo, para no acobardarse ante las dificultades. En numerosas ocasiones el exceso de miedo nos impide cerrarle la puerta a nuestra insatisfacción y adentrarnos en nuevas experiencias, en sitios donde se nos renovaría el interés y las ganas de vivir. Ciertamente aceptar la experiencia del cambio constituye un desafío. Hace falta valor, energía para abandonar los caminos claramente señalizados de nuestro confort cotidiano y adentrarnos en lo desconocido sin siquiera salvavidas. ¿Estarías dispuesto?

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Cuando nos encontramos perdidos, sin la menor idea de cómo localizar el camino correcto que nos saque de la espesura del bosque, necesitamos conectarnos a nuestro corazón, descifrar su lenguaje y seguir los impulsos que nos llegan desde nuestro interior. No olvidemos que la palabra “coraje” proviene de la raíz latina cor, que significa corazón. Por tanto, actuar con valentía supone seguir los criterios de nuestro corazón.

Sin embargo, habitualmente nos tropezamos con el miedo, el peor de nuestros enemigos, especialmente a la hora de plantearnos por fin hacer un cambio de vida real. No es un secreto que el miedo paraliza, como si nos hubieran inyectado veneno. Del miedo se derivan la mayor parte de los males y sufrimientos que afligen a la humanidad. El eminente psiquiatra italiano Roberto Assagioli ya lo dijo: “Muchos son los males que hacen sufrir a los hombres, ¡pero todavía mucho mayores son las desgracias, los accidentes o los cataclismos que no han llegado a suceder ni ocurrirán jamás! Sin embargo hacen sufrir a aquellos que temen tanto o más que si fuesen reales, ya que en su aterrorizada imaginación éstos son vividos y sufridos innumerables veces”. Por fortuna la mayoría de veces esta parálisis es momentánea y al cabo de un tiempo algo se remueve en nuestro interior para devolvernos nuevamente a la acción.

Si lo hacemos, si por fin actuamos, nos daremos cuenta de que el miedo es como una cortina de humo: se esfuma en cuanto lo miramos de frente.

De modo que, sólo hay una cosa a la que debamos temer realmente y es el miedo mismo. La psicóloga Susan Jeffers también nos avisa de sus efectos paralizantes, y asegura que vencer el miedo debería asustar menos que convivir permanentemente con el sentimiento de impotencia. “La gente que se niega a correr riesgos, vive con una sensación de temor mucho más seria que la que experimentaría si afrontara los riesgos… ¡Sólo que no lo sabe!”.

En la vida debemos arriesgar, aunque nos equivoquemos, porque ya se sabe, sin riesgo no hay beneficio. Hemos de mostrar nuestro valor al enfrentarnos a las dificultades, sabiendo que todos y cada uno de nosotros tenemos algo de valor, aunque lo neguemos, aunque creamos que somos las personas más cobardes del mundo, seguro que si repasamos la historia de nuestra vida de la forma más objetiva posible, descubriremos que en más de una ocasión sacamos a flote nuestro coraje: para ayudar o defender a un familiar, para presentarnos a una entrevista de trabajo, para salir de un apuro financiero, para decir ¡basta! a algo que nos resultaba incómodo, en fin, muchas pequeñas cosas del día a día nos descubren nuestro verdadero potencial.

Muchas veces una metedura de pata nos parece al principio una verdadera catástrofe, una calamidad irresoluble, pero con el tiempo nos damos cuenta de que no ha habido para tanto e incluso nos ha servido de lección para el futuro. Por eso el coraje nos da la oportunidad de llevar una vida más plena, sin evitaciones. Cuando aprendemos a aprender de nuestros errores, nos volvemos más fuertes y llenos de confianza, y nos atrevemos a explorar nuevos territorios.

Cuando nuestro corazón nos lo pida, debemos ser capaces de traspasar la frontera del miedo y lanzarnos a emprender nuevas aventuras, adentrándonos por fin en lo desconocido. Las personas que ya se han atrevido han sido recompensadas por una alegría inesperada, una expansión de su persona como nunca antes habían sentido. En definitiva, han conseguido esa placentera sensación de haber encontrado su lugar en el mundo y haber alcanzado sus sueños.

Pero el coraje (como la mayoría de cosas en esta vida) no es algo que aparezca sin más, es una cualidad que debemos trabajar con regularidad para afrontar con éxito los problemas, las dificultades, las decepciones y las pérdidas. El valor nos trae la felicidad, pues crea la felicidad dentro de nosotros mismos, no fuera. En lugar de huir de nuestros problemas, tenemos que aceptarlos movernos a través de ellos y finalmente, vencerlos.

Estrategias a seguir para afrontar la vida

Establece tus propias prioridades

Para lograr este objetivo primero debemos sincerarnos con nuestros sentimientos y especialmente con nuestro corazón. Detengámonos a pensar durante un día o dos en lo que realmente deseamos conseguir en la vida. Para la mayoría de nosotros esto es muy difícil de descubrir, ya que nos han enseñado desde edades muy tempranas para hacer lo que otros quieren que hagamos (estudiar determinadas cosas, trabajar en algo productivo, buscar pareja estable, tener hijos, etc.). No tenemos verdadero contacto con lo que realmente nos satisface interiormente. Debemos también recordar que nuestros objetivos cambian sin cesar a medida que se avanza por la vida y que uno debe seguir revaluándolos constantemente. En cualquier caso, mediante un esfuerzo de introspección y dejando a un lado la confusión, podemos llegar finalmente a la claridad.

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Confía en tus impulsos

A menudo nuestra mente manda mensajes sobre la elección preferible en un determinado momento, con argumentos aparentemente sólidos y muy bien fundados. Pero si empezamos a prestar mayor atención a nuestros sentimientos, nos sorprenderá comprobar cuán bueno era realmente el consejo que nos estábamos dando a nosotros mismos.

No te obceques, si algo no funciona ¡corrígelo!

Es importante confiar en la decisión que hayamos tomado en un momento dado y entregarnos a ella. Pero si no resulta, no debemos torturarnos, lo que podemos hacer es ¡cambiarla!. Muchos estamos tan empecinados en tomar la “decisión correcta” que, aunque descubramos que no nos gusta el camino que hemos elegido, nos aferramos a él como si nos fuera la vida. Eso es una locura. Tiene un gran valor aprender (y sobretodo reconocer) que algo no nos gusta. Se trata, simplemente, de cambiar de camino. Probablemente si nos decidimos a cambiar el rumbo, muchos de nuestros amigos y familiares nos juzgarán e incluso criticarán por ello. Pero es más importante que nos sintamos bien con nosotros mismos. Mucha gente se queda atascada en situaciones poco satisfactorias porque han puesto demasiado esfuerzo en algo y sienten que sería una pena desperdiciarlo. Pero el secreto de la felicidad en la vida no está en preocuparse por haber tomado una decisión errónea, el secreto es aprender a corregirla cuando haga falta.

Las claves son, tener coraje para:

  • Reconocer tus éxitos y premiarte por tus logros.
  • Reconocer tu culpa y tus errores.
  • Para ver que no eres perfecto, pero que estás suficientemente bien.
  • Salir de tu zona de confort.
  • Hacerlo aunque sea incómodo.
  • Hacerlo aunque tengas miedo.
  • Seguir aunque tengas dudas.
  • Reconocer que el miedo se puede domar y adiestrar (no desaparece para siempre, pero sí lo puedes controlar y tolerar).
  • Hacer por fin el cambio de aquello que más te disgusta.
  • Intentarlo una y otra vez, sin rendirte, aceptando y superando tus límites.
  • Nunca darte por vencido. Si algo no te sale, no sabes o no puedes, seguro que hay alternativas, opciones aceptables que te pueden compensar.
  • Ser un deportista de fondo a nivel mental, es agotador física y mentalmente, ya que conseguir algunos de tus objetivos es como trepar a una gran montaña. Y puede ser incluso peligroso, pero en definitiva lo único que importa es llegar al final.
  • Aceptarte y alegrarte por haberlo intentado, aunque no lo consigas.

El pensamiento optimista nos dice que, de alguna manera, todo tiene arreglo, sólo hemos de encontrar el coraje para enfrentar nuestros miedos. O como dice Henri Kaiser: “Los problemas son solamente oportunidades en ropa de trabajo”.

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