Nos quejamos, luego existimos

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Nos quejamos, luego nos negativizamos

El equipo de investigación de Manuel González (2017), en una revisión sobre investigaciones relacionadas con emociones negativas, confirmaron que los procesos cognitivos de preocupación, reproches y de orientación negativa, estaban relacionados con síntomas de ansiedad y depresión. Estos datos añaden más peso al hecho de quejarse, ya que no sólo entramos en un círculo de emociones negativas, sino que podemos desarrollar ansiedad y depresión.

Cuando nos quejamos de forma habitual, lo único que conseguimos es volvernos perjudiciales para los demás y sobre todo, para nosotros mismos. Con una actitud de queja constante lo único que conseguimos es generar emociones y pensamientos negativos que se retroalimentan una y otra vez. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en personas más y más insatisfechas y en lugar de disfrutar de lo que tenemos, sólo nos fijamos en los aspectos más negativos. Pero…¿y si no hay nada negativo en el presente? Si no hay nada negativo optamos por tres vías: dramatizar el presente, viajar al pasado y viajar al futuro.

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Dramatizar

Seleccionamos una situación y la llevamos a la peor de las opciones. Por ejemplo, nos duele un poco la cabeza y comenzamos a pensar que puede ser algo grave; se derrama un poco de café y se nos viene el mundo encima porque se ha manchado un mantel; se cae un vaso de cristal al suelo y hacemos de ello una especie de catástrofe.

mujer frustrada grita

Viajar al pasado

Otra opción es recordar un evento negativo del pasado y traerlo al presente. De esta forma, volvemos a revivir la situación y volvemos a experimentar las mismas emociones negativas. «¡Cómo es posible que mi mejor amigo me hiciera lo que me hizo!», «¡todavía no puedo creer que mi ex-pareja me traicionara!», «¡qué mal lo pasé cuando suspendí aquel examen!»… Cualquier acontecimiento negativo, grande o pequeño, puede ser traído de vuelta.

Viajar al futuro

Si viajamos al pasado, también lo hacemos al futuro. Nos gusta pensar en situaciones futuras que van a ocurrir o que no sabemos si ocurrirán. Por ejemplo, si tenemos un examen podemos pensar que vamos a suspender; si estamos citados a una entrevista de trabajo tenderemos a pensar que no nos seleccionarán. Cualquier evento futuro real o imaginado es bueno para quejarnos.

Cómo saber si nos quejamos demasiado

El primer paso es darnos cuenta de que nos pasamos la mayor parte del día quejándonos. Este paso es muy importante porque muchas personas no son conscientes de su actitud, ya que responsabilizan al mundo, a la vida y a los demás de todo lo malo que les ocurre. Entonces, ¿cómo darnos cuenta? Podemos optar por diferentes estrategias, todas ellas complementarias entre sí. La más sencilla es analizar si los demás nos dicen que nos quejamos demasiado: «¿alguna vez alguien me ha dicho que me paso el día quejándome?».

Si nadie nos ha dicho nada todavía, el siguiente paso es preguntar a nuestras personas de confianza. Podemos ser lo directos que queramos: «una pregunta, ¿crees que soy muy negativo/a y me quejo mucho?». Es importante que pidamos sinceridad a la otra persona. De esta forma, y si la otra persona es sincera, podemos tener una retroalimentación sobre nuestra forma de proceder. Otra tarea que podemos llevar a cabo es un autorregistro de aquello que no nos guste. A lo largo del día apuntaremos en un papel aquellos aspectos que más nos desagraden. ¿Cuántas cosas hemos apuntado en una semana? Si al cabo de una semana la lista es muy larga ya sabemos que podemos tener un problema de exceso de quejas.

Cortar el círculo vicioso

Una vez que somos conscientes de que nos quejamos demasiado el siguiente paso es querer poner solución. A pesar de ello, algunas personas justifican sus quejas en que la vida sólo les pone impedimentos, es decir, saben que están mal, que se quejan demasiado, pero no quieren poner de su parte porque están convencidos de que no pueden hacer nada. Piensan que «la vida es así y ya está». Sin embargo, es importante saber que la vida es como es, pero depende de nosotros tomar una actitud u otra.

Cuando somos consciente de nuestro comportamiento y queremos solucionarlo, lo mejor es comenzar por cambiar el foco de atención. Hasta ahora, el foco atencional estaba tanto en los acontecimientos externos negativos como en nuestros pensamientos más dañinos. Por lo tanto, a partir de ahora vamos a ir, poco a poco, enfocándonos en aspectos positivos. Imaginemos que tenemos una maceta con flores negras y otra con flores blancas. Los pensamientos negativos son las flores negras y los positivos las flores blancas. ¿Qué ocurre si comenzamos a regar las flores blancas y dejamos de regar las negras? Que las blancas florecen y las negras pierden energía hasta que desaparecen.

Centrarnos en los aspectos positivos

De esta forma, no es necesario que nos enfrentemos a los pensamientos negativos. Basta que los dejemos pasar mientras los observamos sin juzgarlos y sin dejar de regar los pensamientos positivos. Si somos constantes, comenzaremos a notar una sensación de plenitud desconocida hasta entonces. Pero, ¿cómo podemos centrarnos en aspectos positivos si consideramos que todo es negativo? En realidad, es muy sencillo. Cuando vamos al trabajo y estamos en mitad de un atasco, en lugar de quejarnos por el atasco, lo ideal es hacernos una simple pregunta: ¿por qué estoy en este atasco?

hombre enfadado gritando

La primera respuesta que se nos puede venir a la mente es: «porque he salido demasiado tarde de casa». Cierto, es posible que así sea. Pero vamos un paso más allá. Si estamos en un atasco de camino al trabajo, es porque tenemos trabajo y porque disponemos de poder adquisitivo para ir al trabajo (ya sea en coche o transporte público). Del mismo modo, cuando se nos cae un vaso al suelo y nos altera de sobremanera, en lugar de observar el vaso roto, lo ideal es observar que teníamos un vaso porque tenemos una casa, un lugar en el que vivir, en el que dormir, en el que asearnos…

De esta forma, en lugar de centrarnos en la «desgracia», nos comenzaremos a centrar en lo positivo. «Sí, se me ha roto un vaso, pero se me ha roto porque tengo vasos y una casa en la que dormir». Visto así, ¿acaso es tan grave que se rompa un vaso?

Comienza el cambio

Si cambiamos el foco de atención de lo negativo a lo positivo, observaremos un cambio de pensamiento que se reflejará también en nuestra conducta. De forma gradual, nuestras quejas irán descendiendo porque seremos conscientes que tenemos más aspectos por los que estar agradecidos que por los que quejarnos. Cuando comencemos a notar el cambio, es importante que no dejemos de practicar, ya que nuestra mente puede volver a adquirir hábitos negativos. También es importante señalar que es una práctica que requiere tiempo y paciencia ya que nuestra forma de ser se ha ido forjando con los años, por lo que no puede cambiar de la noche a la mañana. En definitiva, si creemos que la vida es hostil y nos quejamos a cada rato, ¿a qué esperamos para cambiar a mejor?

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