Nuestras personas mayores: nuestras raíces

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Uno de los colectivos más vulnerables siempre ha sido el de las personas mayores. Hoy en día, ante la pandemia Covid-19, más aún si cabe. La generación de nuestras personas mayores se compone de abuelos y abuelas para sus nietos y nietas, y de madres y padres para sus hijos e hijas.

Al dolor de perder a un ser querido, también se suma la imposibilidad de acompañarle y velarle al final de su vida. Esta situación se ha vivido y se está viviendo en estos momentos: casos en los que muchísimas familias no pueden acompañar a sus personas mayores en sus momentos finales, y tampoco despedirse de ellas.

La pérdida de una generación

Es complicado vivir esta situación planteada, y será peor cuando seamos conscientes de las tremendas secuelas psicológicas que ha dejado tras de sí. La explicación se reduce a que los duelos necesitan ser tangibles para sentir que la pérdida es real y también deben ser vividos para ser llorados. Y esto aún hoy en día, no es posible. Al menos, no como lo era antes de esta situación pandémica mundial.

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A nivel personal, son miles de tragedias particulares las que ocurren en cada familia. A nivel social, estamos viviendo la pérdida radical de toda una generación.

Una generación con voz que no solo contaba su historia, sino que también ponía palabras a la nuestra.

En España son casi 2 millones de personas mayores las que viven solas y casi 9 millones viven en residencias. Muchas de ellas en situaciones de desamparo. Es un sector de la población socialmente olvidado y considerado por muchas personas como no productivo y por tanto relegado a un cajón caduco y prescindible. Una perspectiva claramente errónea, pues hoy en día y desde la Psicología, se aboga por un envejecimiento activo, concepto propuesto por la OMS a finales de los años 90 para sustituir el concepto de envejecimiento saludable.

Lo cierto es que nuestras personas mayores son nuestra historia, tanto personal como social.

La pérdida de nuestras raíces

La historia de nuestros ancestros suele morir con las generaciones. Si reflexionamos detenidamente, nos daremos cuenta de que conocemos perfectamente la historia de nuestros padres nuestras madres, habitualmente la de nuestros abuelos y nuestras abuelas, y si tenemos suerte, la de nuestros bisabuelos y nuestras bisabuelas, comunicada a retazos por sus descendientes. Pero lo que no sabemos es que la herencia de nuestro presente se remonta aún más allá.

De nuestros mayores heredamos la transmisión de una identidad individual y social y también heredamos el sentido de “ser en el mundo” desde una subjetividad particular. Nos pueda agradar o no, somos lo que somos porque otros y otras fueron lo que fueron, y quien olvida los errores de su historia, está condenado a repetirlos.

Las personas mayores guardan y transmiten todo un patrimonio cultural y social, y su vida es nuestra memoria.

En estos momentos parece que nuestras personas mayores sólo se han hecho visibles a partir de la situación extrema que estamos viviendo con esta pandemia, y urge poner en valor a las personas detrás de las estadísticas. Necesitamos una mirada más constructiva sobre el papel de nuestras personas mayores en la sociedad.

Mostrarles una mirada afectuosa, una mirada más agradecida.

Sin duda alguna, también es necesario aprovechar esta terrible crisis para replantearnos y recolocar el enfoque respecto a nuestros y nuestras mayores. Es necesario reflexionar acerca del lugar que les damos, el cuidado y respeto que merecen por parte de toda la sociedad, porque además, será también el lugar que nos demos a nosotros mismos y nosotras mismas cuando envejezcamos.

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