Qué fácil es preocuparse

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¿Te preocupas tanto, que te preocupas hasta por preocuparte demasiado? Si sólo te preocupas por lo que va a suceder mañana, ¿cuándo vas a tener tiempo para vivir el día de hoy?

Si miramos en el diccionario el significado del término preocuparse, vemos que se define como un sentimiento de inquietud, temor o intranquilidad que se tiene por una persona, una cosa o una situación determinada.

Pero analicemos con detenimiento la palabra preocuparse. Como podemos ver, consta de dos partes, el prefijo pre y el verbo ocupar. El prefijo nos informa de que es algo que antecede, que va delante, por lo tanto pre-ocuparse quiere decir ocuparse antes de, ¿antes de qué? nos preguntaremos, pues antes de que algo suceda o de que podamos ponerle remedio de forma efectiva, o de que simplemente tenga verdadera solución.

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¿Tiene sentido angustiarse por lo que todavía no ha ocurrido?

Aunque sí que es cierto que ocuparse de algo antes de que ocurra da sensación de control a algunas personas, esto puede generar estrés y no mejora la capacidad para afrontar las dificultades. De manera que preocuparse muchas veces es una verdadera y sincera pérdida de tiempo, pues si algo va mal o no funciona, ya nos ocuparemos entonces, ¿para qué ocuparnos antes? Empezar a ocuparnos con anterioridad es simplemente una forma terrible de amargarnos la vida.

Las personas para las que preocuparse supone un hábito, necesitan esa actividad mental para hacer su vida más predecible. Si no se agobian, si no piensan en las múltiples posibilidades, especialmente las más negativas, no sienten que dominan la situación.

La preocupación, pues, deriva de un pensamiento negativo, un sentimiento profundo que nos hace pensar en algo una y otra vez pero sin solucionar de forma efectiva el problema. Es una sensación que proviene del miedo al fracaso, el miedo a que las cosas no salgan bien, o peor aún, miedo irracional a cosas que ya están resueltas o que funcionan y que puedan llegar a fallar.

Por ejemplo, una madre de una chica adolescente puede preocuparse cada vez que ésta sale de fiesta con los amigos, pensando que le puede pasar algo malo, que no va a volver a su hora, que tome demasiado alcohol, o drogas, que tenga un accidente de coche… Pero quizás la muchacha no le ha dado nunca indicios de que esto vaya a pasar, así que simplemente es una preocupación por el “que pasaría si…” o “si al vecino le ha pasado, puede que también me pase a mi”. Y es en parte verdad, a todos nos puede pasar algo desastroso alguna vez, de hecho, ¿a quién no le ha pasado nunca nada malo?

En la mayoría de ocasiones cuando nos preocupamos nos bloqueamos, nos atascamos en una espiral de ansiedad y negatividad que no permite que las cosas fluyan correctamente porque estamos trabajando en base al miedo, al estrés, a la inseguridad y nuestra mente sólo presta atención al desastre.

Cuando nos preocupamos no conseguimos solucionar un problema, al contrario, agudizamos el problema, porque la mayoría de las preocupaciones no se basan en la realidad, se basan en suposiciones que no sabemos si ocurrirán. Las preocupaciones nos absorben tiempo y energía que le restamos a la construcción real de proyectos o soluciones. Al preocuparnos destruimos, porque si sus bases parten de lo negativo, tendrá casi seguro un final igual de negativo.

“Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la pregunta: ¿está medio lleno o medio vacío? Sin embargo preguntó ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos.

El peso del vaso no cambia, pero cuánto más tiempo lo sujeto, más pesado se vuelve. Las preocupaciones son como el vaso. ¡Acuérdate de soltar el vaso!”.

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