Tolerar la frustración
¿Qué es la frustración?
El sentimiento que experimentamos ante la no consecución de una meta o un deseo o simplemente, cuando lo hacemos pero no al nivel de exigencia que nos habíamos marcado se denomina frustración. Algo así como una combinación de ira, ansiedad, irritabilidad, decepción o disforia que inevitablemente implica malestar.
Ahora bien, es importante destacar que no todos sentimos frustración ante las mismas situaciones ni esta se experimenta con la misma intensidad. La vivencia emocional de la frustración es diferente en cada persona. Una serie de factores como la historia personal, las experiencias y la educación, entre otros, tienen mucho que ver en su experimentación. Por ejemplo, dos hermanos puede que no se comporten igual cuando suspenden un examen, al igual que dos trabajadores de la misma empresa no muestran un mismo comportamiento ante la denegación de su proyecto.
Experimentar frustración es más común de lo que imaginamos, sobre todo en los niños, por su escaso desarrollo de habilidades. Así, la frustración es una reacción natural que todos vivimos pero que no por ello debemos dejar de prestarle atención. Cómo la manejamos será determinante para evitar que se apodere de nuestras vidas, nos invada de malestar y dudas y nos provoque una falta de motivación, que en algunas casos puede desembocar en una autoimagen negativa.
¿Cómo tolerar la frustración en el día a día?
El primer paso para comenzar a tolerar la frustración es la aceptación. Aceptar lo ocurrido y cómo nos sentimos es la clave.
Una vez que hemos identificado que estamos frustrados porque no hemos conseguido lo que nos habíamos propuesto o la situación no se ha desarrollado cómo esperábamos es importante gestionar ese malestar que sentimos. Para ello, podemos buscar un momento de pausa. Un instante en el que podamos conectar con nosotros, reflexionar y mirar en perspectiva.
Esto no es otra cosa que chequear todo el proceso de principio a fin. Contrastar las expectativas que teníamos en un principio con la realidad nos dará pistas sobre cómo nos encontramos. Además, recuperaremos un estado emocional más agradable y tranquilo y no nos dejaremos llevar por las emociones negativas e intensas que en un primer momento experimentamos.
Estar en calma nos servirá para explorar otros caminos, otras vías posibles para realizar aquello que queríamos. Incluso, si nos sentimos frustrados por algo que ha ocurrido con otra persona también podemos buscar posibles formas de solucionarlo o de transmitirle lo que pensamos. La cuestión es no quedarse atrapado en la frustración sino reflexionar sobre cómo podemos avanzar de uno u otro modo. Ahora bien, en el caso de que no sea posible, aceptar que no podemos hacer nada y extraer un aprendizaje de lo sucedido sería lo más importante.
Lo que no es recomendable en estos casos es permanecer inmóviles en la frustración, quejándonos y dando vueltas a lo sucedido sin sacar nada en conclusión. Aunque no lo creamos es una de las formas más comunes de reaccionar cuando experimentamos esta emoción. Rumiar, rumiar y rumiar. Además, pensar constantemente en ello, no solucionará nada pero sí empañará todo lo que estemos llevando a cabo, dificultando nuestro desempeño.
7 aprendizajes fundamentales de tolerar la frustración
Ahora que ya sabemos en qué consiste la frustración y cómo podemos gestionarla en nuestro día a día es conveniente que profundicemos en los maravillosos aprendizajes que podemos obtener a través de ella. Así, tolerar la frustración nos enseña que:
- Aceptar no tiene nada que ver con conseguir pero sí con gestionar.
- La mayoría de las veces el premio no es la meta sino el camino realizado.
- Diferenciar entre expectativas y realidad nos dará pistas sobre nuestro estado emocional.
- Permanecer en la queja no aporta nada y nos ancla al victimismo.
- Explorar otros caminos es posible. A veces los objetivos, las relaciones o nuestros deseos requieren más esfuerzo del que pensábamos.
- Enfocarnos en las soluciones es mucho más constructivo que focalizarnos en el problema.
- La exigencia tiene un límite. Todo no puede ser perfecto.
Frustrarnos es necesario porque no enseña el valor del esfuerzo y la oportunidad de los errores. Pero ante todo, lo importante es qué hacemos con esa frustración, cómo la gestionamos y de que manera la utilizamos para seguir creciendo.