Breve historia del jazz
Aunque no fue hasta 1917 cuando se hicieron las primeras grabaciones de jazz, el género llevaba años gestándose. No es fácil seguir el rastro de una corriente musical si no se tienen registros sonoros, y hay que acudir a la información transmitida en entrevistas y declaraciones hechas por quienes protagonizaron aquellos años que a día de hoy nos parecen prehistóricos. En el caso de la historia del jazz, se sabe que el veinteañero Buddy Bolden, vecino de Nueva Orleans, formó una banda en 1897 que se dejaba oír por todo el barrio francés. Su forma de tocar la corneta era escandalosa y su gusto por la improvisación desconcertante.
Una breve historia del jazz puede empezarse así, con Buddy Bolden. Sin tratar de imitar a ningún músico del momento y añadiendo a su repertorio la música gospel de las iglesias bautistas afroamericanas, los sonidos del blues rural y el ritmo sincopado del ragtime, el joven Bolden estableció las bases para el nacimiento del jazz. Lamentablemente no pudo aportar mucho más al género: en 1907 fue internado en un hospital psiquiátrico tras ser diagnosticado de esquizofrenia. Fallecería en 1931.
Bolden y sus colegas practicaban música callejera -con cualquier objeto que tuvieran a mano- en la zona conocida como Storyville, el área donde la prostitución era legal. Las mansiones dedicadas al trabajo más antiguo del mundo contrataban a músicos locales para animar las veladas, y allí la propuesta musical de Bolden fue evolucionando. Storyville se convirtió en un centro cultural de primer orden, con personajes como Papa Jack Laine reclutando para su orquesta a futuras estrellas del jazz o Jelly Roll Morton realizando las primeras composiciones del nuevo género. La música que tocaban era el New Orleans jazz, conocido como Dixieland o jazz tradicional. Esta primera corriente se caracterizó por la importancia que en las actuaciones tenían todos los músicos de cada banda. En 1917 la Original Dixieland Jass Band se convierte en la primera formación de jazz en entrar en un estudio a grabar. Ese mismo año el Ayuntamiento de Nueva Orleans decide cerrar Storyville, y muchos jazzman emigran hacia el norte.
En la Ciudad del Viento comienza el segundo capítulo de la historia del jazz. El subgénero del Chicago jazz romperá completamente con la lógica del jazz tradicional: al ser un jazz que deja la calle y pasa a los bares aparecen instrumentos más grandes y pesados, como el contrabajo, que sustituye a la tuba en la sección rítmica, disminuye la cantidad de músicos en cada banda y aumenta la importancia de los solos. Convertida en la nueva capital del jazz, Chicago atrae a destacados nombres como King Oliver o Louis Armstrong. Tras pasar por varias bandas, este último se convierte en el primer solista de jazz con éxito masivo. Su figura supera a la propia corriente del Chicago jazz y abre la puerta a la próxima etapa del género: el swing.
Antes de abordar el capítulo del swing es oportuno un viaje a Nueva York, donde también hubo una importante producción de jazz. De la mano de los bandleaders Duke Ellington y Fletcher Henderson nace el orchestral jazz, que introduce en el género de Nueva Orleans la lógica de las grandes orquestas sinfónicas en lo referente a estructura y funcionamiento. Ellington y Henderson siguieron el ejemplo del director de orquesta Paul Whiteman y sumaron elementos de la música clásica europea y agrandaron sus bandas, creando un puente entre los géneros Dixieland y swing.
La Era del Swing se alargó desde 1933 hasta 1947, y posicionó al jazz como el género musical más popular. Originalmente consumido y practicado por afroamericanos, el jazz se convirtió gracias al swing en objeto de deseo de la población blanca. Los protagonistas de este momento fueron las big bands, formaciones de diez o doce músicos lideradas por el bandleader. Algunos de los líderes de banda más exitosos fueron blancos como Glenn Miller, Harry James, Benny Goodman o Tommy Dorsey y negros como Cab Calloway, Count Basie o el propio Ellington. El jazz que tocaban era rápido, animado y enfocado al baile. El público prefirió no distraerse con los solos, más típicos del Chicago jazz, y el swing evolucionó al margen de la improvisación. Las orquestas tocaban temas conocidos y de manera straight, tal y como estaba escrito en la partitura.
Cuando algo se masifica pierde su magia, y muchos músicos vieron en el éxito del swing una traición al espíritu original del jazz. Pasando por Kansas City, el género se reinventó liberándose de la Era del Swing y recuperando la innovación y la exploración. Así nació el bebop, un complejo estilo al alcance únicamente de los más virtuosos intérpretes. Entre ellos se encontraban los padres del nuevo subgénero: Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Thelonious Monk, tres jóvenes dispuestos a romper las normas y reducir el tamaño de las bandas, desechar la importancia de las partituras, atreverse con los cambios de tono, hacer progresiones de acordes imposibles y olvidarse de la melodía. Por supuesto esta aproximación musical no fue bien recibida por el público. Era demasiado complicada. Para quienes estuvieran cansados del swing y no entendieran muy bien el bebop apareció un resurgimiento del jazz tradicional a través de la corriente Dixieland Revival. También hubo una corriente llamada third stream que planteó acercar el género a la música clásica y que gustó a los europeos.
Entonces el jazz, que había vivido ajeno al Sol de la Costa Oeste, habitando oscuros bares neoyorquinos, de Chicago o plantaciones sureñas, se hizo fuerte en California y se empapó de un estilo cool y relajado que le introdujo en su siguiente etapa. El cool jazz llegó con la trompeta de Chet Baker y con las ya míticas sesiones que Miles Davis grabó para Capitol Records en 1949 y 1950. Pese a ser un jazz de ritmo lento y relajado, las vidas de sus máximos exponentes estuvieron lejos de ser tranquilas. El cool jazz tuvo de compañera de viaje a la heroína.
Los nostálgicos del bebop rechazaron la atmósfera de calma que proponía el cool jazz y presentaron el hard bop, donde la explosividad volvía a las composiciones y la batería cobraba protagonismo. La dicotomía cool jazz/hard bop revelaba un choque geográfico entre ambas costas: en el Este se quería más energía, más intensidad, mientras que la costa del Pacífico parecía pedir reposo.
Tras superar su adicción a la heroína, y catapultado por una celebrada actuación en el Newport Jazz Festival de 1955, Miles Davis vuelve a revolucionar el género publicando Kind of Blue (1959), considerado por muchos como el mejor álbum de jazz de todos los tiempos. El disco desarrolla el jazz modal que Davis ya había anticipado en Milestones (1958) y que utiliza progresiones modales -progresiones de notas que se basan en la armonía de un solo modo y tono- en vez de acordes a la hora de construir la estructura de una composición.
El descubrimiento de Davis abre un nuevo horizonte de posibilidades para la improvisación dentro del jazz, ya que las progresiones modales ponen a disposición del músico una mayor cantidad de notas posibles. La corriente del jazz modal atraerá a otros importantes jazzman como John Coltrane o Bill Evans.
Coincidiendo con la explosión latina de los años cincuenta, el jazz se acerca a Cuba y a Brasil para dar origen a nuevos géneros de ritmos exóticos, como la bossa nova. Tras haber apostado por el bebop, Dizzy Gillespie se deja llevar por los sonidos caribeños y da origen al llamado jazz afrocubano, que incorpora a las bandas de jazz instrumentos como las maracas o los bongós. Por su parte, varios músicos brasileños encuentran en el jazz un buen aliado para la samba, y así crean la bossa nova, presentada al mundo con el tema ‘Chega de Saudade’, publicado en 1958.
Conforme avanzaba la década de los sesenta los nuevos músicos de jazz querían seguir expandiendo las fronteras del género, que parecía haber encontrado con Davis sus límites. Surge así el polémico subgénero del free jazz, basado en la libre improvisación y en la polirritmia, así como en la atonalidad y en los cambios caóticos de tempo. Liderado por Ornette Coleman, las ideas del free jazz darían pie a movimientos puntuales y rompedores como el loft jazz aparecido en Nueva York, pero que no tuvieron demasiado éxito de audiencia.
Tuvo que regresar Miles Davis para redirigir la evolución del jazz y lo hizo con otro álbum para la historia, Bitches Brew (1970), con el que se da inicio al jazz fusion y al jazz rock. El futuro del jazz está en la fusión con otros géneros, y así lo entiende Davis en este trabajo en el que añade a su banda un piano eléctrico y una guitarra eléctrica. El disco presenta melodías de jazz sobre un ritmo de rock. A nadie antes se le había ocurrido. A partir de ese momento las posibilidades se multiplican. El jazz fusion recibe los aportes de cientos de artistas y se generan subgéneros como el jazz-funk, el punk jazz, o el smooth jazz. Este último tendrá cierto éxito durante los ochenta por su enfoque comercial y radiofónico.
Sin embargo el acercamiento del fin del siglo trae malas noticias para el jazz al no renovarse su público. La audiencia millennial no se ve atraída por el género y el predominio que una vez tuvo el swing lo disfrutan en el siglo XXI géneros como la música electrónica de baile. Precisamente con esta familia musical tendrá el jazz su último acercamiento a las nuevas generaciones. La jazztronica, nombre que se le da al nu jazz, incorporará elementos de la electrónica para crear un jazz experimental que sobrevivirá en la escena de Los Ángeles. De manera anecdótica, el curioso electro swing llevará a las radios durante unos meses ritmos de los años treinta con el hit ‘We No Speak Americano’, en 2010. Más allá de eso, el gran público no ha vuelto a interesarse por el jazz.
La importancia del jazz, en todo caso, no se mide en términos de ventas, reproducciones, descargas o followers. El género que Buddy Bolden creó sin querer, improvisando con su corneta por las calles menos respetadas de Nueva Orleans, no llegó para vender discos ni para llenar estadios. No llegó para crear ídolos ni sonar en cualquier emisora de radio. Llegó, eso sí, para quedarse. Influyó en los demás géneros con su constante evolución, y demostró que la música debe ser tocada por músicos y escuchada en vivo.